Ciencia y Educación
(L-ISSN: 2790-8402 E-ISSN: 2707-3378)
Vol. 6 No. 4.1
Edición Especial HOPKINGS 2025
Página 34
HABILIDADES SOCIALES EN ESTUDIANTES DE EDUCACIÓN BÁSICA: PILARES DEL
BIENESTAR EMOCIONAL Y DEL ÉXITO ACADÉMICO
SOCIAL SKILLS IN ELEMENTARY SCHOOL STUDENTS: PILLARS OF EMOTIONAL
WELL-BEING AND ACADEMIC SUCCESS
Autores: ¹Ana Lucía Montesdeoca Mejía, ²Italia Patricia Quezada Cruz,
3
Rosario Elizabeth
Yépez Cimisterra,
4
Jenny Elizabeth García Macías y
5
Sulima Virginia Yagual Sarasti.
¹ORCID ID: https://orcid.org/0009-0002-1417-4725
²ORCID ID: https://orcid.org/0009-0002-9384-1353
3
ORCID ID: https://orcid.org/0009-0002-4357-1199
4
ORCID ID: https://orcid.org/0009-0002-9791-4118
5
ORCID ID: https://orcid.org/0009-0009-7101-6505
¹E-mail de contacto: lucia.montesdeoca@educacion.gob.ec
³E-mail de contacto: rosario.yepez@educacion.gob.ec
4
E-mail de contacto: jenny.garciam@educacion.gob.ec
5
E-mail de contacto: sulima.yagual@educacion.gob.ec
Afiliación: ¹*²*³*
4
*
5
*Ministerio de Educación, (Ecuador).
Articulo recibido: 2 de Marzo del 2025
Articulo revisado: 2 de Marzo del 2025
Articulo aprobado: 22 de Abril del 2025
¹Ingeniera Comercial adquirida de la Universidad de Guayaquil, (Ecuador). Maestría en Educación especialidad en Educación Superior
adquirida de la Universidad Internacional Iberoamericana, (Puerto Rico).
²Licenciada en Ciencias de la Educación especialización Historia y Geografía adquirida de la Universidad de Guayaquil, (Ecuador).
Magister en Educación de Bachillerato con mención en Pedagogía de las Ciencias Sociales adquirida de la Universidad Estatal de Milagro,
(Ecuador).
³Licenciada en Ciencias de la Educación mención Mercadotecnia y Publicidad adquirida de la Universidad de Guayaquil, (Ecuador).
Magister en Educación Básica adquirida de la Universidad Bolivariana del Ecuador, (Ecuador).
4
Licenciada en Ciencias de la Educación especialización Educadores de Párvulos adquirida de la Universidad de Guayaquil, (Ecuador).
Magister en Diseño Curricular adquirida de la Universidad de Guayaquil, (Ecuador).
5
Licenciada en Ciencias de la Educación mención Lengua Inglesa y Lingüística adquirida de la Universidad de Guayaquil, (Ecuador).
Secretaria Ejecutiva en Sistemas de Información adquirida de la Escuela Superior Politécnica del Litoral, (Ecuador).
Resumen
Este artículo ofrece una revisión documental
sobre el desarrollo de habilidades sociales en
estudiantes de educación básica, evaluando su
influencia en el bienestar emocional y el
rendimiento académico. Los hallazgos
realizados para esta investigación han permitido
exponer diferentes enfoques teóricos y
evidencia empírica que coinciden en la
relevancia de dichas competencias como pilares
del desarrollo integral del estudiante. Las
habilidades sociales, como la empatía, la
comunicación asertiva, la cooperación y el
autocontrol, no solo facilitan la formación de
relaciones interpersonales saludables, sino que
también desempeñan un papel protector sobre
los problemas emocionales como la ansiedad,
depresión, y el estrés escolar. Los resultados
evidencian la situación crítica que enfrenta el
docente en su función como tutor o agente
formativo, así como el papel de los padres en el
desarrollo de las habilidades de los estudiantes
y su integración en la sociedad. También se
destaca la importancia de incorporar
explícitamente ciertos programas y estrategias
pedagógicas en el currículo educativo para
promover estas competencias con un enfoque
transversal e integrador Como espacio de
socialización, es necesario asegurar en la
escuela un espacio emocionalmente seguro en
el que sea posible la construcción de vínculos
positivos y aprendizajes relevantes. Los
hallazgos de esta investigación exponen el
impacto de los comportamientos sociales, las
cuales se fundamentan en los beneficios que
puede tener el estudiante al desarrollar sus
habilidades para poder establecer una mejor
relación en su entorno escolar y de comunidad.
Por otra parte, la deficiencia de esta puede
causar perjuicio tanto en la salud mental como
en el bienestar social. El fomento hacia el
desarrollo de estas habilidades debe
considerarse como un objetivo educativo
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esencial para contribuir al desarrollo emocional
de los jóvenes estudiantes formando seres
competentes y ciudadanos activos de una
sociedad dinámica y globalizadora.
Palabras clave: Habilidades sociales,
Desarrollo integral, Salud emocional,
Educación secundaria, Convivencia escolar.
Abstract
This article presents a documentary review on
the development of social skills in secondary
school students, considering their impact on
emotional well-being and academic
performance. The findings of this research have
allowed us to present different theoretical
approaches and empirical evidence that agree
on the relevance of these competencies as
pillars of comprehensive development in
children and adolescents. Social skills, such as
empathy, assertive communication,
cooperation, and self-control, not only facilitate
the formation of healthy interpersonal
relationships but also play a protective role in
addressing emotional problems such as anxiety,
depression, and school stress. The results reflect
the critical situation of teachers as tutors or
training agents and the role of parents in the
development of students' skills and integration
into society. The article also highlights the
importance of explicitly incorporating certain
pedagogical programs and strategies into the
educational curriculum to promote these
competencies with a transversal and integrative
approach. As a space for socialization, it is
necessary to ensure an emotionally safe space in
schools where the construction of positive
bonds and relevant learning are possible. The
findings of this research expose the impact of
social behaviors, which are based on the
benefits that students can experience by
developing their skills to establish better
relationships in their school and community
environments. Furthermore, a deficiency in
these skills can cause harm to both mental
health and social well-being. Promoting the
development of these skills should be
considered an essential educational objective to
contribute to the emotional development of
young students, forming competent individuals
and active citizens of a dynamic and globalizing
society.
Keywords: Social skills, Integral
development, Emotional health, Secondary
education, School coexistence.
Sumário
Este artigo apresenta uma revisão documental
sobre o desenvolvimento de habilidades sociais
em estudantes do ensino médio, considerando
seu impacto no bem-estar emocional e no
desempenho acadêmico. Os resultados desta
pesquisa revelaram diferentes abordagens
teóricas e evidências empíricas que concordam
sobre a relevância dessas competências como
pilares do desenvolvimento integral na crianças
e jovens. Habilidades sociais, como empatia,
comunicação assertiva, cooperação e
autocontrole, não apenas facilitam a formação
de relacionamentos interpessoais saudáveis,
mas também desempenham um papel protetor
no combate a problemas emocionais como
ansiedade, depressão e estresse escolar. Os
resultados também ilustram o papel crítico do
professor como agente formador e o papel da
família e do ambiente social na aquisição dessas
habilidades. Também é destacada a importância
de incorporar explicitamente determinados
programas e estratégias pedagógicas no
currículo educacional para promover essas
competências com uma abordagem transversal
e integrativa. Como espaço de socialização, as
escolas devem garantir um ambiente
emocionalmente seguro que permita a
construção de vínculos positivos e
aprendizagem significativa. Esta revisão
conclui que, dado o impacto dos
comportamentos sociais na saúde mental e no
bem-estar social, a promoção de habilidades
sociais deve ser considerada um objetivo
educacional importante para o desenvolvimento
de adolescentes emocionalmente competentes e
cidadãos engajados em uma sociedade cada vez
mais complexa.
Palavras-chave: Habilidades sociais,
Desenvolvimento integral, Saúde emocional,
Ensino secundário, Convivência escolar.
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Introducción
Las habilidades sociales se definen como un
conjunto de conductas específicas que facilitan
la interacción efectiva de los individuos en
diversos contextos sociales. Estas conductas no
emergen de forma innata ni deben considerarse
como simples rasgos de personalidad; por el
contrario, son aprendizajes adquiridos a lo largo
de la vida mediante la experiencia, la
observación y la práctica constante en diversos
entornos, como la familia, la escuela o la
comunidad (Acosta & Martínez, 2020). El
desarrollo de estas habilidades se adquiere
desde lo elemental hasta llevar un nivel donde
los estudiantes pueden resolver conflictos,
negociar, mejorar su estabilidad emocional,
trabajar en equipo, cooperar o incluso liderar
(Briones Moya, 2019). El desarrollo y la
aplicación de ciertos instrumentos que permita
mejorar sus habilidades sociales permite
mejorar su estilo de vida en su diario vivir. Los
cuales los jóvenes estudiantes podrán
desenvolverse e involucrarse en sus vínculos
sociales, familiares y educativa. Por otra parte,
pueden mejorar su comunicación a través de
opiniones e ideas y fomenta la seguridad para
poder resolver problemas.
En este sentido, el enfoque conductual y
funcional de las habilidades sociales las
convierte en competencias entrenables y
evaluables, lo que implica que pueden
fortalecerse desde la práctica educativa (García,
Tobar, Delgado, & Gómez, 2017). Esta
característica abre la posibilidad de intervenir
pedagógicamente para potenciar estas
habilidades, sobre todo en momentos críticos
del desarrollo humano, donde la interacción con
los demás se vuelve especialmente significativa
para la construcción de la identidad y el
bienestar emocional. Según de González
(2009), La adquisición de destrezas y
habilidades sociales no son innatas, es decir, se
desarrollan mediante el aprendizaje desde sus
hogares y escuelas. La participación de los
educadores, progenitores y profesionales
desempeña un papel crucial en el desarrollo de
los niños y jóvenes estudiantes como individuo,
brindándole un entorno estratégico donde
puedan desarrollar sus conexiones sociales y
mejorar su salud mental y emocional.
Importancia de las habilidades sociales para
la vida
Según Paula Pérez (2000), las habilidades
sociales son competencias esenciales para la
convivencia humana, ya que facilitan el
establecimiento de relaciones positivas, la
resolución de conflictos, la expresión adecuada
de emociones y la asertividad en diversos
entornos. Para los estudiantes, estas habilidades
son especialmente importantes porque impactan
directamente el bienestar emocional, la
integración social y el rendimiento académico
(Ikemiyashiro Higa, 2017). La falta o
incapacidad de estas habilidades puede tener
una multitud de repercusiones negativas a nivel
individual y social (Buey, 2022). Algunas de las
consecuencias más comunes incluyen baja
autoestima, depresión, frustración, aislamiento
social y dificultades con la integración en
grupos sociales. Estos déficits también pueden
convertirse en factores de riesgo que facilitan la
aparición de fenómenos complejos como el
acoso, el abuso de sustancias, la violencia en las
escuelas o el vandalismo. De este modo, la falta
de habilidades sociales no solo afecta la vida
personal de los jóvenes; también impacta su
relación con los compañeros y con la
comunidad.
Desde una perspectiva preventiva y formativa,
la Organización Mundial de la Salud (OMS),
como mencionan Klimenko et al., (2021),
subraya la importancia de desarrollar
"habilidades para la vida", que abarcan diversas
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competencias sociales, cuentos como la
comunicación efectiva, la empatía, la toma de
decisiones, la resolución de conflictos, el
pensamiento crítico y la regulación emocional.
Estas competencias son fundamentales para que
los jóvenes enfrenten los desafíos cotidianos,
establezcan relaciones saludables con sus
iguales y adultos, y mantengan un equilibrio
entre lo emocional, lo académico y lo social.
Las habilidades sociales según Rosero Calderón
(2024) son multifacéticas y pueden observarse
a través de diversos comportamientos e
interacciones. Comprender estas características
es importante para el desarrollo personal y para
lograr el éxito tanto personal como profesional.
Se percibe que cuentos estudiantes son líderes
entre sus compañeros. Del mismo modo, los
estudiantes que han aprendido a gestionar sus
emociones y comunicarse con claridad tienen
mayores probabilidades de resolver
desacuerdos sin recurrir a la agresión, y
desarrollan mayor tolerancia a la frustración
frente a los retos académicos (García Cuende,
2023).
Un caso frecuente en instituciones educativas es
observar que aquellos estudiantes con mejores
habilidades sociales tienden a tener mayores
redes de apoyo, tanto entre sus compañeros
como en el vínculo con sus docentes, lo que les
permite superar con mayor eficacia situaciones
difíciles como la presión de grupo o el estrés
académico Por el contrario, los niños y
adolescentes que luchan con la comunicación o
la resolución de conflictos tienden a ser más
vulnerables al rechazo social y al fracaso
académico. Para formular una respuesta, las
habilidades sociales no solo son necesarias para
la interacción; constituyen un aspecto
fundamental para mantener el bienestar de un
individuo, el desarrollo personal y el
crecimiento holístico. Las iniciativas para
promover habilidades sociales desde la edad
escolar no son un lujo, sino una necesidad
educativa urgente que tiene consecuencias
inmediatas a largo plazo.
El papel de los educadores y el entorno
escolar en el desarrollo socioemocional
Uno de los contextos más importantes para la
vida de un estudiante es el entorno escolar, no
solo por su función académica, sino también
porque es un lugar único para el desarrollo
social y emocional (Estrada, 2023). En este
sentido, el educador se convierte en una figura
crucial para las habilidades sociales de los
estudiantes, ya que puede influir, guiar y
fomentar interacciones constructivas en el aula.
Los educadores no solo proporcionan
información; también practican actitudes
sociales, valores y relaciones, muchas veces sin
intención consciente (Barajas Arroyo, 2022).
En las interacciones sociales diarias con los
estudiantes, ya sean informales o a través de
estrategias de interacción formal, ejerce una
influencia considerable sobre cómo los
adolescentes aprenden a gestionar emociones,
conflictos, trabajo en equipo y autorregulación
(Suira, 2021).
Por ejemplo, cuando un profesor fomenta el
respeto, la escucha activa y el diálogo abierto en
el aula, no solo mejora el clima escolar, sino que
enseña a los estudiantes los elementos básicos
de las habilidades sociales, como la empatía, a
como la asertividad y la cooperación. En
cambio, Soto (2023) argumenta que un entorno
escolar doctrinario, punitivo o desinteresado
dificulta el desarrollo de estas competencias,
dando lugar a la exasperación, el desinterés y
finalmente conlleva a las experiencias adversas
en la infancia como es la violencia entre sus
compañeros estudiantes. Los docentes pueden
incorporar en sus prácticas pedagógicas
estrategias psicoeducativas diseñadas para
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fortalecer las habilidades sociales. Estas
estrategias pueden ser dinámicas de grupo,
juegos de roles, debates guiados, talleres de
habilidades de comunicación o actividades de
resolución de problemas (Cano, Gómez, &
Díaz-Granados, 2011). Lo que importa, sin
embargo, es que estén perfectamente alineadas
con el desarrollo emocional desde la infancia
hasta la adolescencia, un período donde aún
navegan por el desarrollo individual y necesitan
sentirse como protagonistas en su propio
proceso de desarrollo.
Numerosas investigaciones han mostrado que
los estudiantes que perciben a sus docentes
como cercanos, empáticos y justos tienden a
tener mayores niveles de autoestima,
motivación y sentido de pertenencia escolar.
Los docentes cumplen un rol protagónico en la
autoestima de los estudiantes, son considerados
como un andamiaje esencial para el desarrollo
de aprendizajes y el desarrollo de la
personalidad. Su presencia y enseñanza
fomenta la autoestima y valores a seguir como
modelo ejemplo de vida. De esta manera
disminuyen la probabilidad de
comportamientos negativos y agresivos entre
sus compañeros y su entorno. Por tanto, la
relación docente-estudiante se consolida como
un factor protector que puede mitigar los efectos
negativos de otros contextos adversos, como el
conflicto familiar o la presión del entorno
social.
El papel del profesor en el desarrollo
socioemocional no debe considerarse de manera
aislada. Esta requiere del apoyo institucional y
de una cultura escolar que valore y promueva
las habilidades blandas tanto como los
contenidos académicos. Esto significa que el
sector educativo debe imaginar arreglos
organizacionales a nivel interno que impacten
en el enfoque del desarrollo profesional sobre
competencias socioemocionales para los
docentes, para que ellos puedan apropiarse de
ellas en clase. González-Serrano et al., (2017)
describen los enfoques utilizados en la
formación docente para facilitar el desarrollo
socioemocional de los niños como la formación
teórica y práctica para la implementación de
programas de intervención en el aula: talleres
sobre las bases conceptuales del currículo y sus
componentes, y oportunidades de aprendizaje
práctico con lecciones, actividades y materiales.
Los educadores son fuerzas transformadoras en
la humanización de sus estudiantes. La
enseñanza es mucho más que estas materias;
contribuye al conjunto de cómo creamos niños
y jóvenes capaces de convivir, trabajar juntos,
autorregularse y tomar decisiones reflexivas. Al
promover un marco de prácticas eficaces para
fomentar las habilidades sociales y el desarrollo
emocional, apoyar el comportamiento
apropiado de los niños y prevenir las conductas
desafiantes, Fox & Hemmeter (2014) describen
componentes centrales de la formación docente
las cuales consiste en los entornos de apoyo
para fomentar las actitudes positivas y el buen
desempeño académico del estudiante. Por otro
lado, las buenas relaciones con las familias y
docentes.
La escuela como espacio para el aprendizaje
socioemocional y la convivencia saludable
La mera transmisión de conocimientos
académicos; Debe concebirse como un proceso
total que incluye el desarrollo de habilidades
emocionales, sociales y éticas, esenciales para
la vida. En este contexto, la escuela se erige
como un entorno privilegiado para el
aprendizaje socioemocional, ya que constituye
uno de los primeros espacios organizados donde
los estudiantes experimentan la convivencia, la
diversidad y la resolución de conflictos en un
marco comunitario. Desde una mirada amplia,
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el aprendizaje comienza desde el nacimiento y
se extiende a lo largo de toda la vida. Durante
este recorrido, cada persona se forma no solo en
términos cognitivos (el saber), sino también en
el hacer, en el ser y, fundamentalmente, en el
querer hacer, que es donde entra en juego la
motivación y el componente emocional La
motivación va mucho más allá de la voluntad de
aprender; de hecho, se trata de cuidar de
conectar con tus emociones, lo cual ayuda tanto
a tu autoestima como a formar conexiones con
los demás. De ahí que el aspecto
socioemocional sea tan relevante en la
construcción de aprendizajes duraderos y
significativos (Aristulle & Paoloni-Stente,
2019).
Las habilidades sociales y el aprendizaje
socioemocional son esenciales para la salud
mental del adolescente, el aprendizaje
académico y la motivación para cooperar y
alcanzar el éxito. La convivencia escolar debe
ser trabajada con intencionalidad pedagógica, a
fin de que el aula y la institución en general se
constituyan en espacios seguros, respetuosos,
empáticos y colaborativos. Un clima escolar
saludable no es espontáneo, sino un producto de
prácticas educativas coherentes que fomentan la
participación activa, la resolución de conflictos,
la expresión emocional asertiva y el respeto por
la diversidad. La empatía, la tolerancia, la
escucha activa y la solidaridad son algunas de
las habilidades que se refuerzan en este
contexto. Estas mejoran la convivencia efectiva,
el aprendizaje académico y el bienestar
psicológico de los estudiantes (Tapia-Gutiérrez
& Cubo-Delgado, 2017).
Un clima escolar positivo también ayuda a
desarrollar habilidades esenciales necesarias en
la edad adulta, como la responsabilidad en la
toma de decisiones, la presión de grupo y la
autorregulación emocional. Por el contrario,
una escuela plagada de violencia simbólica o
literal, discriminación o apatía es probable que
inflija daños graves e irreparables a la
autoimagen de un estudiante ya su deseo de
aprender. La escuela debe ser concebida como
un espacio para la vida, el desarrollo humano, el
crecimiento y el encuentro consigo mismo y con
los demás. Su misión formativa es mucho más
amplia que preparar para exámenes o cubrir
contenidos curriculares; implica una verdadera
formación de ciudadanos que sean conscientes,
empáticos, emocionalmente competentes y
capaces de navegar por las complejidades de la
sociedad.
Bienestar emocional y relaciones
interpersonales
Las relaciones interpersonales representan un
aspecto crucial durante la vida de cada persona,
ya que hay un aumento en su necesidad de
aceptación, validación y afecto por parte de sus
pares. Estas relaciones son fundamentales para
el bienestar emocional, la autoestima y el
desarrollo de la identidad de una persona. Por lo
tanto, el impulso de fomentar y crear relaciones
positivas, satisfactorias y recíprocas no solo es
un objetivo deseado, sino un camino crítico para
el desarrollo holístico del individuo. La
adolescencia es un camino hacia la madurez; es
la etapa más crítica para la interacción con la
sociedad. Durante este tiempo, los jóvenes
comienzan a formar gradualmente
pensamientos socio-subjetivos independientes
y tienen mayores oportunidades para interactuar
con extraños (Sampén-Díaz et al., 2017). Sin
embargo, el contacto social ha surgido como un
problema importante para muchos por diversas
razones. Muchos niños y jóvenes son incapaces
de tomar la iniciativa para establecer relaciones
interpersonales sólidas. En este contexto,
competencias sociales como la empatía, la
asertividad, la escucha activa, la cooperación y
la autorregulación se convierten en recursos
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protectores que promueven el desarrollo de
relaciones interpersonales positivas y
funcionales.
Las relaciones sociales positivas en los infantes
y adolescente juegan un papel importante en el
fortalecimiento emocional, la reducción del
estrés y la depresión, y una mejor satisfacción
con la vida (Cano, Gómez, & Díaz-Granados,
2011). La calidad de las amistades entre los
adolescentes y sus amigos cercanos también se
correlaciona con el mero de amigos que
tienen. Un análisis de mediación transversal
demostró que los solteros estaban más
comprometidos con sus amistades que quienes
tenían pareja, mientras que una mayor inversión
en la amistad predijo una mejor calidad de la
amistad y una mayor autoestima a lo largo del
tiempo (Buey, 2022).
Estudios recientes han demostrado que la
calidad del entorno social en el que se
desenvuelve puede funcionar como un factor
protector o de riesgo. Todo esto crea un sistema
social empático, estructurado y normativo que
desarrolla las mejores habilidades sociales. Por
otro lado, los entornos caracterizados por el
abandono emocional, la violencia o la
indiferencia pueden generar un obstáculo para
la adaptación social y predisponer al
aislamiento o al comportamiento problemático
(Tapia-Gutiérrez & Cubo-Delgado, 2017).
Diversas iniciativas para crear un entorno
escolar serian propicio donde el bienestar y la
salud mental del alumnado sean una prioridad.
Las áreas de enfoque clave son el aprendizaje
socioemocional, el comportamiento y el
aprendizaje. Además, las buenas relaciones
interpersonales dentro del aula mejoran el
rendimiento académico al disminuir el estrés,
aumentar la motivación y facilitar el trabajo en
equipo.
Por lo tanto, el sistema educativo ecuatoriano
debería principalmente enfocarse en innovar
estrategias de aprendizajes para promover el
bienestar común en los estudiantes a través de
interacciones sociales y la buena relación con la
comunidad estudiantil y familiar (Briones
Moya, 2019). Las escuelas pueden asistir con
programas específicos de desarrollo
socioemocional, actividades grupales, tutoría
individual y espacios para la escucha activa.
También, es fundamental detectar a tiempo
señales de deterioro emocional y brindar
acompañamiento oportuno a aquellos niños y
jóvenes que presenten dificultades para
relacionarse o signos de aislamiento y tristeza
persistente. El bienestar emocional de los
estudiantes está significativamente determinado
por la calidad de las relaciones interpersonales.
Promover relaciones fundamentadas en el
respeto, la empatía y la comunicación efectiva
no solo mejora la calidad de vida, sino que
también refuerza el desarrollo de individuos
resilientes, autónomos y socialmente
competentes.
Salud mental y factores de riesgo en el
desarrollo de los estudiantes
Los cambios en la adolescencia son más
drásticos que los de la infancia; ellos son
conscientes de los cambios que se están
produciendo y de su significado. En esta
sección, aprenderá sobre las actitudes y
reacciones socioemocionales relacionadas con
la pubertad y la pertenencia a grupos sociales.
Estos procesos, aunque normativos, pueden
estar asociados con una vulnerabilidad
aumentada y en algunos casos, llevan a
trastornos como la ansiedad, la depresión, la
frustración y la baja autoestima. El desarrollo de
habilidades sociales como la cooperación, la
responsabilidad, la autoafirmación y el
autocontrol hace más fácil tratar con la mayoría
de los problemas derivados de estos desafíos
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sociales. Estas competencias no solo permiten a
los adolescentes establecer vínculos
interpersonales sanos, sino que también
fortalecen su capacidad de adaptación ante
situaciones de presión social, conflictos
familiares, fracasos académicos o crisis
emocionales (Bruno Tacza et al., 2018).
La resolución de conflictos resulta una de las
competencias más apropiadas para los
estudiantes de cualquier edad. Los ayuda a
moverse mediante la complejidad de las
relaciones y nadar a través de los conflictos que
se dan en estas etapas de la vida. El
desarrollarlas desde pequeños les concede a los
niños la destreza de poder no solo identificar
conflictos, sino también resolverlos de manera
efectiva, lo que genera un impacto favorable en
su desempeño académico y en su formación
integral. Aprender a resolver conflictos a una
edad temprana les otorga la capacidad de
entender sus emociones y reacciones. Esta
activa toma de conciencia es el primer paso
hacia la regulación autónoma que permite a los
estudiantes aprender a manejar el estrés y la
frustración de manera saludable. El enseñarles
estas habilidades prácticas los motivan a
entender la necesidad de empatizar con los
demás, diferentes puntos de vista, así como las
consecuencias que sus actos tienen.
Una resolución efectiva de conflictos exige
habilidades comunicativas avanzadas. Los
estudiantes aprenden a expresar pensamientos y
sentimientos de forma no violenta, realizar
escucha activa, así como buscar la
comprensión. Estas competencias son
importantes en la vida personal, académica y el
ejercicio de la profesión. La resolución de
conflictos requiere de la capacidad de la
resolución de problemas. Los estudiantes con
estas habilidades son capaces de identificar la
fuente de un conflicto, pensar en formas
creativas de solucionarlo y negociar de manera
que todas las partes queden satisfechas. Desde
la perspectiva de la convivencia en el aula,
enseñar a los alumnos cómo manejar la
resolución de conflictos genera un aula más
armónica. Los estudiantes que saben cómo
poner en práctica métodos para manejar con
éxito los conflictos generan una disminución
significativa de interrupciones en el aula, lo que
mejora el clima de aprendizaje de todos. Estas
habilidades actúan a modo de factores
protectores, que no solo limitan la probabilidad
de que se desarrollen trastornos emocionales,
sino que también hay una mejora en la calidad
de vida y el rendimiento académico del
estudiante.
Fomentar las habilidades sociales en el
aprendizaje ayuda a crear bucles de
retroalimentación positiva que construyen
resiliencia emocional en lugar de un sentido de
aislamiento. Sin estas habilidades, los
estudiantes pueden retirarse de las interacciones
sociales, sintiéndose socialmente rechazados y
volverse cada vez más desanimados hacia la
inseguridad o un sentido de inferioridad. Por
otro lado, un estudiante que aprende a
interactuar de manera asertiva y empática se
encuentra en la unidad del grupo social un
apoyo significativo, el cual funciona como una
red de contención y resiliencia. En el ámbito
educativo, el desafío es identificar señales de
riesgo emocional con suficiente anticipación y
proporcionar espacios de intervención
temprana; los docentes y profesionales de la
salud mental necesitan colaborar para
identificar a aquellos estudiantes que son
candidatos a enfrentar dificultades en su
desarrollo social o emocional y vincularlos con
grupos de cuidado, actividades grupales o
talleres para habilidades para la vida.
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Influencia del entorno social y familiar
En este sentido, tanto la familia como el
contexto social más amplio juegan un papel
crucial en la construcción de las habilidades
sociales. Los estudiantes aprenden a
comunicarse, evitar conflictos, mostrar amor,
expresar afecto y tomar decisiones a través de la
observación, la imitación y la interacción con
otros en su vida cotidiana. Por eso, el hogar y la
comunidad se constituyen en escenarios
formativos primarios, donde se gesta el
desarrollo de la competencia social. Los
estudios de (Aristulle & Paoloni-Stente, 2019)
señalan que los contextos sociales donde se
desenvuelven los adolescentes pueden actuar
como factores protectores o de riesgo en
función de los valores, normas y dinámicas que
los caractericen. Una familia no tóxica que está
abierta al intercambio lingüístico, la
colaboración, la escucha activa y el respeto
mutuo crea un entorno donde estos valores
pueden cultivarse y desarrollarse en perfectas
habilidades sociales. Los entornos marcados
por la violencia, el abandono o la
sobreprotección pueden hacer lo contrario,
obstaculizando los caminos para aprender estas
habilidades, lo que lleva a déficits en la
interacción social.
El papel de los padres o cuidadores es
especialmente relevante. Sus prácticas
parentales, como la forma en que corrigen,
apoyan, escuchan o guían a sus hijos, moldean
los patrones de conducta. Las relaciones
familiares abiertas e inclusivas no solo permiten
a los niños desarrollar mayor confianza en
mismos y autoafirmación, sino que también
reducen sutilmente la ansiedad social;
favoreciendo el desarrollo de su capacidad para
regular las emociones y el pensamiento
independiente. Basándose en diferentes
hallazgos bibliográficos, algunos autores
descubrieron que si bien los padres reportaron
niveles más altos de resolución positiva de
problemas y compromiso con los conflictos
hacia sus hijos; indicando niveles
significativamente más altos de aislamiento
hacia sus padres que los adultos (Caro,
Zambrano, & Molina, 2022). La ausencia de
entornos protectores, como la falta de
supervisión adulta, la exposición a conductas
antisociales o la pertenencia a grupos de riesgo,
puede fomentar conductas problemáticas,
aislamiento o baja autoestima. De ahí la
importancia de articular esfuerzos entre familia,
escuela y comunidad para generar una red de
apoyo sólida y coherente en favor del desarrollo
socioemocional.
Es fundamental considerar la diversidad de
contextos familiares en los que viven los niños
y jóvenes. No todos los hogares cuentan con
condiciones óptimas para ofrecer
acompañamiento emocional, por lo que las
instituciones educativas tienen el deber de
compensar desigualdades mediante programas
de tutoría, orientación y fortalecimiento de
habilidades parentales. Apostar por estos
contextos es apostar por una formación integral,
no solo aprender a compartir, sino también a
articular, pertenecer, conectar y contribuir a la
visión de un ciudadano consciente, empático y
participativo.
Métodos
La investigación actual utiliza un enfoque
cualitativo con diseños documentales y
descriptivos basados en una revisión sistemática
de la bibliografía. Su objetivo fue analizar y
sintetizar toda la literatura científica primaria
relevante relacionada con el desarrollo de
habilidades sociales en estudiantes de
educación básica, teniendo en cuenta su
impacto en el bienestar emocional, la cohesión
escolar y el rendimiento académico en general.
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Como parte de los procesos metodológicos, la
revisión sistemática de la bibliografía se
distingue por su uso de criterios analíticos
específicos, ordenados y explícitos en la
selección de estudios relevantes. Este proceso
tiene el objetivo de abordar cuestiones de
transparencia, rigor y reproducibilidad dentro
de la metodología de la investigación. Su
revisión no es solo una colección de
documentos; sino que está organizado de
manera que se puedan evaluar sistemáticamente
las contribuciones teóricas y empíricas más
importantes.
Basado en los objetivos del estudio, se llevó a
cabo una búsqueda exhaustiva en bases de datos
académicos reconocidos: Latindex, Scopus y
SciELO, resultando en 20 artículos científicos
publicados entre 2011 y 2024. Los artículos
estaban escritos en inglés y español. Los
criterios de inclusión abordan la relevancia del
contenido del documento (habilidades sociales
en entornos educativos), el nivel de educación
básica media y superior, y la accesibilidad del
texto completo. Se excluirán documentos
duplicados irrelevantes y/o aquellos de rigor
metodológico cuestionable. El procedimiento
incluyó lectura integral, análisis de contenido y
categorización de resultados en ejes temáticos.
También se tomaron en cuenta los enfoques
metodológicos utilizados por los autores, las
variables del estudio, las implicaciones
pedagógicas y otros hallazgos significativos.
Esto permite organizar el cuerpo de
conocimiento sobre un tema específico y crear
un argumento coherente para sugerir cambios
en las prácticas educativas.
Resultados
Después de haber realizado y analizado la
lectura de estos artículos científicos, se
demostró su relevancia y se destaca algunos de
los hallazgos que expone el impacto que tiene
las habilidades sociales en los niños y jóvenes
estudiantes que conforman la educación básica.
Su investigación enfatiza que el desarrollo de
tales competencias no solo permite mejorar la
conducta escolar, sino que también afecta de
manera favorable el rendimiento académico, su
salud emocional y su integración social como
un adolescente. Las habilidades como la
comunicación efectiva, la cooperación, y la
resolución de conflictos, son necesarias para el
dominio del trabajo en grupo, la relación con los
profesores, y la motivación al aprendizaje
(Tapia-Gutiérrez & Cubo-Delgado, 2017). Se
ha señalado que el docente y el ambiente en el
aula son dos de los factores que más inciden en
el desarrollo de estas habilidades. Los docentes
que cultivan la empatía, el respeto y la
asertividad favorecen el desarrollo
socioemocional y, por lo tanto, el aprendizaje.
Igualmente, la relación familiar tiene un
impacto importante en la construcción personal
y emocional del estudiante. Los adolescentes
que son criados en ambientes con comunicación
franca y afecto, junto a normas definidas,
tienden a tener mayor autoestima, empatía y
capacidad de cooperar (Acosta & Martínez,
2020). Al mismo tiempo, como parte de las
investigaciones analizadas, se encuentran varias
técnicas didácticas que potencian las
habilidades sociales. Estas técnicas didácticas
están conformadas por programas de
intervención psico-educativa, actividades
recreativas, dinámicas grupales y aprendizaje
basado en proyectos (del Pozo & Fernández
Gómez, 1999). Se hace hincapié en la
importancia de abordar estas competencias de
manera integradora y sistemática dentro del
currículo formal.
En alineación con los resultados previamente
obtenidos, se identifica un consenso en la
literatura especializada sobre la importancia de
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las habilidades sociales como un eje transversal
en el marco de la educación integral. Estas
competencias son especialmente relevantes en
el entorno escolar, donde los aprendices
enfrentan innumerables desafíos personales,
relacionales y académicos. El desarrollo de
estas competencias contribuye al bienestar
emocional, la convivencia escolar y los
problemas de funcionamiento, y también
fomentan la participación, la autoestima y la
cohesión social. A continuación, se presenta un
resumen en forma de tabla de los principales
autores y estudios de la literatura analizada, que
incluye las contribuciones relevantes del
científico con respecto a las habilidades sociales
y el desarrollo emocional, conductual y social
de los niños en el contexto educativo.
Tabla 1. Artículos analizados.
Autores
Año
Tema Principal
Yao & Enright
2022
Developmental cascades of hostile attribution bias, aggressive behavior, and peer victimization in preadolescence.
Sosa & Salas
2020
Resiliencia y habilidades sociales
Martí et al.,
2020
Rendimiento académico y habilidades sociales
Madueño et al.
2020
Prácticas parentales y desarrollo social
Caballero et al.
2017
Entornos sociales y competencia social
Brandão et al.
2019
Acoso escolar y estrategias socioeducativas
Palomar & Victorio
2018
Conducta prosocial en adolescentes
Estrada et al.
2020
Intervenciones psicoeducativas
Lopesa et al.
2021
Habilidades sociales en educación superior
Méndez
2024
Aprendizaje basado en proyectos en la asignatura desarrollo de habilidades digitales para estudiantes de docencia
Tapia G., & Cubo D.
2017
Comunicación efectiva y clima escolar
Acosta & Martínez
2020
Relación familiar y salud emocional
Bruno Tacza et al.
2018
Autoafirmación y adaptación escolar
Barajas Arroyo
2022
Cooperación estudiantil y habilidades blandas
Rosero Calderón
2024
Empatía y liderazgo en el aula
Cano, G., & Díaz G.
2011
Redes sociales y apoyo escolar
Fox & Hemmeter
2014
Apoyo conductual positivo y aprendizaje emocional
Soto
2023
Clima escolar y aprendizaje significativo
García Cuende
2023
Formación docente en competencias socioemocionales
Klimenko et al.
2021
Riesgo de adicción a redes sociales e Internet
Fuente: Elaboración propia.
Al realizar el estudio de los veinte artículos
científicos seleccionados, se observa una gran
coincidencia sobre la importancia que las
habilidades sociales tienen como eje formativo
integral en estudiantes de educación secundaria.
Estos hallazgos realizados analizan dicha
problemática desde diferentes enfoques: el
emocional, el familiar, el escolar y el
comunitario. Sin embargo; es común a todos los
abordajes que estas competencias son
fundamentales para el bienestar psicológico, la
convivencia escolar y el rendimiento
académico. También se han abordado las
relaciones centrales que los docentes, las
familias y los contextos educativos tienen en la
promoción y el reforzamiento de estas
habilidades.
Por lo que, se evidencia la ausencia de
propuestas centradas y continuas en el manejo
de habilidades sociales a nivel del currículo
escolar. Este análisis no solo aporta un
diagnóstico sobre la disponibilidad de
información existente, sino que, apuntan a
establecer bases para futuras propuestas de
diseño pedagógico, recomendaciones docentes
y planeación educativa. Desarrollar educación
con enfoque socioemocional, en esencia,
relacional, permitirá la formación integral de
ciudadanos empáticos, resilientes y como
personas que puedan desenvolverse en cada vez
más complejas y diversas realidades sociales.
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Discusión
La síntesis de los veinte artículos revisados en
esta investigación permite ofrecer un panorama
comprensivo y actualizado respecto del impacto
que las habilidades sociales tienen en los
estudiantes de secundaria. En conjunto, todos
los autores concuerdan en que estas
competencias contribuyen de manera
fundamental a la salud emocional, a la cohesión
social, a la integración social, así como también
al desempeño académico de los niños y jóvenes
que conforman la educación básica y, por ende,
es necesario tratarlas como un eje estructural de
toda propuesta educativa integral. Relativo a la
dimensión emocional y salud mental, se
menciona que, Yao & Enright (2022), Sosa &
Salas (2020), Bruno Tacza et al. (2018), y
Klimenko et al., (2021), dentro de su rutina
escolar, construyen y preservan una buena
autoestima, control y resiliencia. Estas
habilidades que están estrechamente vinculada
con la autorregulación social. La auto
percepción favorece al educando a mantenerse
al margen de ciertas condiciones como la
depresión, ansiedad, estrés escolar o autoestima
negativa; potenciando una percepción optimista
sobre el ser.
En cuanto a la dimensión académica, estudios
como los de Martí et al., (2022), Tapia-
Gutiérrez & Cubo-Delgado (2017), Rosero
Calderón (2024) y Lopesa et al. (2021),
argumentan que estas habilidades mejoran la
motivación, la participación activa, el trabajo
colaborativo y el rendimiento escolar,
mostrando una relación directa entre los
factores socioemocionales y el aprendizaje. El
rol del maestro y el contexto escolar también
tienen un enfoque principal en la literatura
revisada. Estrada et al. (2020), Barajas Arroyo
(2022), Soto (2023) y García Cuende (2023)
argumentan que los maestros son responsables
de fomentar estas competencias a través de sus
modelos de rol profesional. Las prácticas
educativas fomentan un clima escolar
emocionalmente seguro. Además, existe una
falta de capacitación específica en habilidades
socioemocionales para educadores, como lo
proponen González-Serrano et al. (2017) y Fox
& Hemmeter (2014).
Madueño et al. (2020), así como Acosta &
Martínez (2020) y Caballero et al. (2017) junto
con Caro, Zambrano & Molina (2022) abordan
el impacto del contexto familiar y comunitario.
Los autores destacan que el apoyo afectivo, el
diálogo, la disciplina positiva y los valores
familiares moldean significativamente el
desarrollo de la empatía, la cooperación y otras
habilidades para la toma de decisiones. Por
medio de la investigación, se ha dado particular
atención a la pedagogía de la instrucción para el
acompañamiento de niños con TDAH. Autores
como Brandão et al. (2019), Palomar & Victorio
(2018), Cano, Gómez & Díaz-Granados (2011),
y Méndez, (2024), proponen la intervención
mediante programas psico educativos y
dinámicas grupales que incluyen juegos de
roles, aprendizaje basado en proyectos, así
como el uso de tecnologías educativas. Estos
enfoques han demostrado tener un impacto
positivo en la conducta y el clima escolar, así
como en el establecimiento de redes de apoyo
entre los pares.
Es importante mencionar que el aprendizaje de
estas habilidades sociales debe ser más que
intentos dispersos o complementarios. Los 20
autores analizados coinciden en que su
desarrollo debe integrarse de forma engranada y
de manera sistemática al currículo escolar. Su
desarrollo debe involucrar a todos los
componentes del sistema educativo: maestros,
familias, instituciones, y la comunidad. Solo
así, se podrá lograr que los niños y jóvenes de
la educación básica sean emocionalmente
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competentes, socialmente responsables y
resilientes ante los cambios de una sociedad
compleja y dinámica.
Conclusiones
Las habilidades sociales son cruciales para el
bienestar psicosocial, la convivencia escolar y
el rendimiento académico de los estudiantes de
educación básica. Sin duda, las habilidades
sociales, así como otras competencias humanas,
no son innatas; se desarrollan y fortalecen a
través de experiencias vitales importantes
dentro de los entornos escolares y familiares. Se
verificó que la falta de habilidades sociales
puede funcionar como un factor de riesgo
asociado a problemas de salud mental,
aislamiento, depresión, baja autoestima y bajo
rendimiento escolar. Por otro lado, su adecuada
promoción no solo facilita su integración social,
sino que también potencia la resiliencia, la
motivación y la activa participación en el
contexto del estudiante.
Los profesores, así como la comunidad, son
responsables dentro del marco familiar para
proporcionar un contexto educativo para el
desarrollo de habilidades interpersonales. Los
estudios analizados señalan, en conjunto, la
importancia del docente en el marco como
modelo socioemocional. Estos pueden
construir contextos de sustentación que
favorezcan el desarrollo educativo del alumno
de forma positiva. Es necesario destacar que las
habilidades sociales requieren ser incorporadas
de forma sistemática al currículo escolar,
implementando patrones de desarrollo
pedagógico intencionales, continuos y
contextualizados. Desarrollar estudiantes
emocionalmente competentes y responsables
socialmente constituye una prioridad educativa
que impacta la construcción de una sociedad
más empática, proactiva, resiliente y solidaria.
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