Ciencia y Educación
(L-ISSN: 2790-8402 E-ISSN: 2707-3378)
Vol. 6 No. 2
Febrero del 2025
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EL IMPACTO DE LAS EMOCIONES EN EL APRENDIZAJE: UN ANÁLISIS DESDE LA
NEUROCIENCIA COGNITIVA
THE IMPACT OF EMOTIONS ON LEARNING: AN ANALYSIS FROM COGNITIVE
NEUROSCIENCE
Autores: ¹Gennesis Camila Santin Ortiz,
2
Dolores Fernanda Ortiz Guevara,
3
Xiomara Mayte
Ortega Chávez y
4
Marjorie Alexandra Párraga Espinoza.
¹ORCID ID: https://orcid.org/0009-0008-0630-508X
2
ORCID ID: https://orcid.org/0009-0002-9246-4461
3
ORCID ID: https://orcid.org/0009-0008-8708-6391
4
ORCID ID: https://orcid.org/0009-0003-4351-4271
¹E-mail de contacto: gcsantin5@gmail.com
2
E-mail de contacto: fernandaortiz2681@gmail.com
3
E-mail de contacto: xiomaramayte2001@gmail.com
4
E-mail de contacto: parragamarjorie21@gmail.com
Afiliación:¹*
2
*
3
*
4
* Fundación Rescate Esperanza y Desarrollo Social "FUNREDS", (Ecuador).
Articulo recibido: 29 de Diciembre del 2024
Articulo revisado: 1 de Enero del 2025
Articulo aprobado: 14 de Febrero del 2025
¹Licenciada en Ciencias de la Educación Inicial graduada en la Universidad de las Fuerzas Armadas, (Ecuador).
2
Tecnóloga Superior en Desarrollo Infantil Integral graduada en el Instituto Superior Tecnológico Liceo Aduanero, (Ecuador).
3
Licenciada en Ciencias de la Educación Inicial graduada en la Universidad de las Fuerzas Armadas, (Ecuador).
4
Licenciada en Ciencias de la Educación Inicial graduada en la Universidad de las Fuerzas Armadas, (Ecuador).
Resumen
El presente artículo de revisión teórica analiza
exhaustivamente el impacto de las emociones
en el aprendizaje desde la perspectiva de la
neurociencia cognitiva. Se realizó una revisión
sistemática de la literatura científica en bases
de datos especializadas, sintetizando hallazgos
clave sobre la modulación emocional de la
atención, la consolidación emocional de la
memoria, la motivación intrínseca y la
regulación emocional. El desarrollo temático
exploró cómo las emociones actúan como filtro
afectivo de la percepción, potencian el
aprendizaje significativo a través de la
memoria emocional, impulsan la motivación
intrínseca y se entrelazan con el aprendizaje
autorregulado y la resiliencia académica. Las
conclusiones resaltan la necesidad de diseñar
ambientes de aprendizaje emocionalmente
inteligentes, que integren el desarrollo
socioemocional para potenciar el aprendizaje
integral. La neurociencia afectiva ofrece una
base sólida para una pedagogía más humana,
efectiva y emocionalmente enriquecedora.
Palabras clave: Emociones, Aprendizaje,
Neurociencia cognitiva, Motivación
intrínseca, Regulación emocional.
Abstract
This theoretical review article exhaustively
analyzes the impact of emotions on learning
from the perspective of cognitive neuroscience.
A systematic review of the scientific literature
was conducted in specialized databases,
synthesizing key findings on the emotional
modulation of attention, the emotional
consolidation of memory, intrinsic motivation,
and emotional regulation. The thematic
development explored how emotions act as an
affective filter of perception, enhance
meaningful learning through emotional
memory, drive intrinsic motivation, and
intertwine with self-regulated learning and
academic resilience. The conclusions highlight
the need to design emotionally intelligent
learning environments that integrate socio-
emotional development to enhance
comprehensive learning. Affective
neuroscience provides a solid foundation for a
more human, effective, and emotionally
enriching pedagogy.
Keywords: Emotions, Learning, Cognitive
neuroscience, Intrinsic motivation,
Emotional regulation.
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Sumário
Este artigo de revisão teórica analisa
exaustivamente o impacto das emoções na
aprendizagem sob a perspectiva da
neurociência cognitiva. Foi realizada uma
revisão sistemática da literatura científica em
bases de dados especializadas, sintetizando os
principais resultados sobre a modulação
emocional da atenção, consolidação emocional
da memória, motivação intrínseca e regulação
emocional. O desenvolvimento do tema
explorou como as emoções atuam como um
filtro afetivo de percepção, melhoram a
aprendizagem significativa por meio da
memória emocional, impulsionam a motivação
intrínseca e estão interligadas com a
aprendizagem autorregulada e a resiliência
acadêmica. As conclusões destacam a
necessidade de conceber ambientes de
aprendizagem emocionalmente inteligentes
que integrem o desenvolvimento
socioemocional para melhorar a aprendizagem
abrangente. A neurociência afetiva oferece
uma base sólida para uma pedagogia mais
humana, eficaz e emocionalmente
enriquecedora.
Palavras-chave: Emoções, Aprendizagem,
Neurociência cognitiva, Motivação
intrínseca, Regulação emocional.
Introducción
Desde tiempos inmemoriales, la experiencia
humana ha estado intrínsecamente ligada a la
emoción. Las emociones colorean nuestras
percepciones, motivan nuestras acciones y,
fundamentalmente, configuran la manera en
que aprendemos y recordamos el mundo
(Damasio, 1994). Lejos de ser meras intrusiones
irracionales en el pensamiento, las emociones se
entrelazan de manera inextricable con los
procesos cognitivos, ejerciendo una influencia
profunda y multifacética en el aprendizaje. La
capacidad de recordar vívidamente un evento
traumático, el impulso motivador de la alegría
ante un nuevo descubrimiento, o la inhibición
que genera el miedo ante un desafío, son
ejemplos cotidianos que ilustran esta poderosa
interacción.
La neurociencia cognitiva, con su enfoque en
desentrañar los mecanismos cerebrales que
subyacen a la cognición y la emoción, emerge
como una disciplina fundamental para
comprender esta compleja relación. En las
últimas décadas, la investigación en este campo
ha revelado que las emociones no son procesos
periféricos al aprendizaje, sino que, por el
contrario, modulan activamente diversos
procesos cognitivos esenciales para la
adquisición y consolidación del conocimiento.
Desde la atención y la percepción inicial de la
información, pasando por la codificación y
almacenamiento en la memoria, hasta la toma
de decisiones y la resolución de problemas, las
emociones actúan como un filtro y un
catalizador, optimizando o entorpeciendo el
camino del aprendizaje (Phelps, 2004; Pessoa,
2013).
Sin embargo, la naturaleza precisa de esta
influencia emocional en el aprendizaje es lejos
de ser simple y unidireccional. Las emociones
pueden facilitar el aprendizaje en ciertos
contextos, por ejemplo, al aumentar la atención
y la motivación, o al consolidar recuerdos
particularmente relevantes para la
supervivencia (LeDoux, 1996). Por otro lado,
emociones intensas o crónicas, como el estrés o
la ansiedad, pueden interferir
significativamente con funciones cognitivas
cruciales como la memoria de trabajo y la
flexibilidad cognitiva, limitando la capacidad
de aprender de manera efectiva (Lupien et al.,
2009). Entender estos matices y la especificidad
de las diferentes emociones y sus interacciones
con los distintos sistemas de memoria y
aprendizaje resulta esencial para optimizar las
estrategias pedagógicas y promover entornos de
aprendizaje más efectivos y personalizados.
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El objetivo del presente artículo de revisión
teórica es, por lo tanto, analizar en profundidad
el impacto de las emociones en el proceso de
aprendizaje, adoptando una perspectiva basada
en la neurociencia cognitiva. Se explorarán los
principales modelos teóricos y hallazgos
empíricos que iluminan la intrincada relación
entre emoción y cognición, examinando cómo
las emociones modulan diferentes etapas del
aprendizaje y qué implicaciones tienen estos
conocimientos para el ámbito educativo y más
allá. A través de este análisis, se busca ofrecer
una visión comprensiva y actualizada del papel
fundamental que desempeñan las emociones en
la configuración de nuestra capacidad para
aprender y adaptarnos al mundo que nos rodea.
Para alcanzar este objetivo, la metodología
empleada en este trabajo se basa en una revisión
exhaustiva de la literatura científica relevante.
Se han consultado bases de datos especializadas
como PubMed, Web of Science y PsycINFO,
utilizando términos clave como "emoción",
"aprendizaje", "memoria", "cognición",
"neurociencia", "amígdala", "hipocampo",
"corteza prefrontal" y otros relacionados. Se
seleccionaron artículos de investigación
empírica, revisiones sistemáticas, meta-análisis
y obras teóricas seminales que abordaran la
temática central del artículo. La información
recopilada fue analizada y sintetizada de
manera crítica, buscando identificar patrones,
controversias y áreas de consenso en la
literatura, con el fin de construir un panorama
coherente y actualizado del impacto de las
emociones en el aprendizaje desde la
neurociencia cognitiva. En las siguientes
secciones, se profundizará en los mecanismos
neuronales subyacentes a esta interacción,
explorando las diferentes formas en que las
emociones influyen en la atención, la memoria,
la motivación y la regulación del aprendizaje.
Materiales y Métodos
El presente artículo se enmarca dentro de la
investigación documental de tipo revisión
teórica. Con el objetivo de analizar
exhaustivamente el impacto de las emociones
en el aprendizaje desde la perspectiva de la
neurociencia cognitiva, se llevó a cabo una
revisión sistemática y exhaustiva de la literatura
científica relevante. Esta metodología se
seleccionó por su idoneidad para sintetizar el
conocimiento acumulado en un campo
específico, identificar tendencias, controversias
y vacíos de investigación, y construir un marco
teórico comprensivo y actualizado sobre la
temática central del estudio (Okoli, 2015). El
proceso de revisión de literatura se desarrolló en
las siguientes etapas clave:
La búsqueda de literatura se realizó en bases de
datos bibliográficas especializadas en
psicología, neurociencia y educación,
principalmente: PubMed: Base de datos de la
Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados
Unidos, que indexa literatura biomédica y de
ciencias de la vida. Web of Science (Clarivate
Analytics): Plataforma multidisciplinaria que
indexa revistas científicas de alto impacto en
diversas áreas del conocimiento. PsycINFO
(American Psychological Association): Base de
datos especializada en psicología y disciplinas
afines, incluyendo neurociencia cognitiva y
educación.
Se emplearon términos clave de búsqueda en
inglés y español, combinando palabras
relacionadas con las emociones, el aprendizaje
y la neurociencia cognitiva. Algunos de los
términos clave utilizados fueron: "emotion",
"emotions", "affect", "learning", "memory",
"cognition", "neuroscience", "cognitive
neuroscience", "affective neuroscience",
"amygdala", "hippocampus", "prefrontal
cortex", "emotional regulation", "motivation",
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"attention", "emotional learning", "social-
emotional learning", "inteligencia emocional",
"aprendizaje emocional", "regulación
emocional", "motivación", "atención",
"memoria", "cognición". Se utilizaron
operadores booleanos (AND, OR, NOT) para
refinar las búsquedas y asegurar la pertinencia
de los resultados.
Los criterios de inclusión para la selección de
fuentes fueron: tipo de publicación; artículos de
investigación empírica (estudios originales,
estudios de caso, investigaciones
experimentales, estudios correlacionales, entre
otras), revisiones sistemáticas, meta-análisis,
capítulos de libro y libros teóricos seminales.
Artículos publicados en inglés y español,
idiomas de dominio del autor. Fuentes que
abordaran de manera directa o indirecta la
relación entre emociones y aprendizaje desde
una perspectiva de neurociencia cognitiva, o
que aportaran fundamentos teóricos y empíricos
relevantes para comprender dicha relación.
Calidad académica, se priorizaron fuentes
publicadas en revistas científicas con revisión
por pares, editoriales académicas de prestigio y
autores reconocidos en el campo.
La selección inicial de fuentes se basó en la
revisión de títulos y resúmenes, identificando
aquellos trabajos que cumplían con los criterios
de inclusión y que se ajustaban al objetivo de la
revisión. Posteriormente, se realizó una lectura
completa de los artículos seleccionados para
confirmar su pertinencia y extraer la
información relevante para el análisis.
Para cada fuente seleccionada, se realizó una
extracción sistemática de la información,
identificando; objetivos y preguntas de
investigación (en el caso de estudios empíricos
y revisiones sistemáticas), marcos teóricos y
modelos conceptuales empleados,
metodologías utilizadas (en estudios
empíricos), principales hallazgos y resultados,
conclusiones e implicaciones propuestas por los
autores, limitaciones y futuras líneas de
investigación señaladas.
La información extraída de las diferentes
fuentes fue sintetizada y organizada
temáticamente, siguiendo la estructura de
subtítulos definida para la sección de
"Desarrollo" del artículo (modulación
emocional de la atención, emoción y memoria,
motivación intrínseca, regulación emocional,
implicaciones pedagógicas). Se empleó un
enfoque inductivo y deductivo en el análisis,
buscando patrones emergentes en la literatura, a
la vez que se contrastaban y relacionaban los
hallazgos con los modelos teóricos
preexistentes. Se prestó especial atención a la
identificación de puntos de consenso y
controversia entre diferentes autores y
perspectivas teóricas, buscando construir una
visión integradora y crítica del campo de
estudio.
La información sintetizada fue sometida a un
análisis crítico, evaluando la solidez
metodológica de los estudios empíricos, la
coherencia interna de los modelos teóricos, y la
validez y generalización de las conclusiones
propuestas. Se buscó identificar fortalezas y
debilidades de las diferentes líneas de
investigación, así como posibles sesgos o
limitaciones metodológicas. A partir de este
análisis crítico y de la síntesis de la información,
se elaboró el marco teórico presentado en el
artículo, buscando integrar los hallazgos clave
de la neurociencia cognitiva sobre el impacto de
las emociones en el aprendizaje y organizarlos
de manera lógica y coherente para responder al
objetivo general de la revisión. Se priorizó la
claridad, la precisión conceptual y la
articulación de un argumento sólido y bien
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fundamentado, respaldado por la evidencia
científica y teórica disponible.
La presente metodología de revisión sistemática
y exhaustiva de la literatura, garantiza la
rigurosidad y validez de las conclusiones
presentadas en este artículo, ofreciendo una
base sólida para comprender el complejo y
multifacético impacto de las emociones en el
proceso de aprendizaje desde la perspectiva de
la neurociencia cognitiva.
Resultados y Discusión
La modulación emocional de la atención: El
filtro afectivo de la percepción y el
aprendizaje
La atención, considerada la "puerta de entrada"
a la cognición, no opera como un proceso
neutral e impasible ante el torrente de
información sensorial que nos inunda
constantemente. Lejos de ser un mero
mecanismo de selección objetiva, la atención se
encuentra intrínsecamente entrelazada con el
dominio afectivo, siendo modulada y sesgada
por nuestras emociones de manera ubicua y
significativa (Vuilleumier, 2005). Esta
modulación emocional de la atención se
manifiesta como un "filtro afectivo" que influye
en qué información percibimos, a qué estímulos
asignamos prioridad y, en última instancia, qué
aprendemos y recordamos.
Desde una perspectiva neurocientífica, la
interacción entre emoción y atención se sustenta
en una intrincada red neuronal que conecta
regiones cerebrales tradicionalmente asociadas
al procesamiento emocional, como la amígdala
y la corteza cingulada anterior, con áreas
corticales involucradas en el control atencional,
principalmente la corteza prefrontal y la corteza
parietal (Pessoa y Adolphs, 2010). La amígdala,
en particular, desempeña un rol crucial en la
detección de estímulos emocionalmente
relevantes, especialmente aquellos con valencia
aversiva o amenazante (LeDoux, 1996). Ante la
presencia de un estímulo emocionalmente
significativo, la amígdala activa vías neuronales
que modulan la actividad de las áreas
atencionales, incrementando la asignación de
recursos cognitivos hacia dicho estímulo
(Anderson y Phelps, ob. cit.). Este "secuestro"
atencional por parte de la emoción puede ser
adaptativo en situaciones de peligro,
permitiendo una respuesta rápida y eficiente
ante amenazas potenciales.
No obstante, la modulación emocional de la
atención no se limita a la detección de
amenazas. Las emociones positivas también
ejercen una influencia significativa, aunque a
menudo más sutil, en los procesos atencionales.
Emociones como la curiosidad, el interés o la
alegría pueden potenciar la atención sostenida y
la exploración activa del entorno, facilitando el
descubrimiento de nueva información y
promoviendo un aprendizaje más profundo y
significativo (Silvia y Christensen, 2009). En
contraste, emociones negativas como la
ansiedad, el miedo o la tristeza, especialmente
si son intensas o crónicas, pueden generar un
sesgo atencional hacia la información
congruente con el estado de ánimo, a la vez que
dificultan la atención flexible y la capacidad de
inhibir estímulos distractores, lo que puede
entorpecer el aprendizaje y la resolución de
problemas (Bishop, 2007).
El concepto de "filtro afectivo" en el
aprendizaje, ampliamente difundido en el
ámbito de la pedagogía y la adquisición de
segundas lenguas (Krashen, 1982), encuentra
un sólido respaldo en la neurociencia cognitiva.
Este filtro, influenciado por variables
emocionales como la ansiedad, la motivación y
la autoconfianza, determina en qué medida la
información nueva es "admitida" y procesada
por el sistema cognitivo. Un filtro afectivo
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elevado, producto de emociones negativas
intensas, puede bloquear la entrada de
información, incluso si ésta es relevante e
importante. Por el contrario, un filtro afectivo
bajo, asociado a emociones positivas y un
estado emocional favorable, facilita la apertura
a nuevas experiencias y la asimilación de
conocimientos.
En el contexto del aprendizaje formal e
informal, comprender la modulación emocional
de la atención resulta crucial. Crear ambientes
de aprendizaje que minimicen las emociones
negativas disruptivas (como el miedo al fracaso
o la ansiedad ante la evaluación) y que
fomenten emociones positivas como la
curiosidad, el interés y la alegría, puede
optimizar significativamente la atención de los
estudiantes y, por ende, su capacidad para
aprender y retener información. Además,
reconocer la influencia del estado emocional en
la percepción y el procesamiento de la
información puede ayudar a diseñar estrategias
pedagógicas más sensibles a las necesidades
afectivas de los aprendices, promoviendo un
aprendizaje más efectivo, significativo y
emocionalmente enriquecedor.
Emoción y memoria: Mecanismos
neuronales de la consolidación emocional de
los recuerdos y sus implicaciones para el
aprendizaje significativo
La memoria, en su vasta complejidad, no es un
almacén estático de información, sino un
sistema dinámico y reconstructivo,
profundamente influenciado por el afecto. Si
bien la atención emocional selectiva determina
qué información ingresa al sistema cognitivo,
son las emociones las que, en gran medida,
esculpen la persistencia y la viveza de nuestros
recuerdos. Los eventos cargados
emocionalmente tienden a ser recordados con
mayor facilidad y detalle que los eventos
neutros, un fenómeno que evidencia la poderosa
"consolidación emocional de la memoria"
(McGaugh, 2004). Esta consolidación no solo
incrementa la probabilidad de recuperar la
información en el futuro, sino que también
puede enriquecer la huella mnémica con
detalles sensoriales y contextuales vívidos,
dotando al recuerdo de una cualidad
experiencial única.
A nivel neurobiológico, la consolidación
emocional de la memoria se orquesta a través de
una compleja interacción entre la amígdala y el
hipocampo, dos estructuras cerebrales centrales
tanto en el procesamiento emocional como en la
memoria declarativa, respectivamente
(LeDoux, 1996; Squire, 2004). Cuando un
evento con carga emocional significativa es
percibido, la amígdala se activa intensamente,
modulando la actividad del hipocampo a través
de diversas vías neuroquímicas y hormonales.
La liberación de neurotransmisores como la
norepinefrina y la dopamina, así como la
activación del eje hipotalámico-hipofisario-
adrenal (HHA) y la liberación de
glucocorticoides (hormonas del estrés), ejercen
un efecto potenciador sobre los procesos de
plasticidad sináptica en el hipocampo,
fortaleciendo la codificación y consolidación de
la memoria a largo plazo (Cahill y McGaugh,
1998; Schwabe et al., 2012). En esencia, la
amígdala actúa como un "modulador de la
memoria", etiquetando los eventos
emocionalmente relevantes como prioritarios
para su almacenamiento duradero.
Esta interacción amígdala-hipocampo no solo
robustece la memoria para los detalles centrales
de un evento emocional, sino que también
puede intensificar la codificación de
información contextual periférica,
contribuyendo a la formación de los llamados
"recuerdos flashbulb" (Brown y Kulik, 1977).
Estos recuerdos, típicamente asociados a
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eventos públicos de gran impacto emocional, se
caracterizan por su viveza, riqueza en detalles y
la alta confianza que las personas depositan en
su precisión, aunque estudios posteriores han
demostrado que, si bien emocionalmente
salientes, no son necesariamente más precisos
en cuanto a detalles factuales que otros
recuerdos (Talarico y Rubin, 2003). No
obstante, la fuerza con la que se sienten y la
sensación de "recordar vívidamente" un
momento específico, subraya el poder de la
emoción para marcar ciertos recuerdos de
manera indeleble.
Las implicaciones de la consolidación
emocional de la memoria para el aprendizaje
significativo son profundas. El aprendizaje que
se realiza en un contexto emocionalmente
resonante, ya sea por la conexión personal con
el material, la novedad, la sorpresa, o incluso un
desafío superado, tiende a ser más profundo,
duradero y significativo para el aprendiz. La
emoción actúa como un vehículo que transporta
la información a la memoria a largo plazo, no
solo como datos abstractos, sino como
experiencias vividas y relevantes para la propia
vida y autocomprensión. En este sentido, el
aprendizaje emocionalmente significativo se
convierte en un aprendizaje "encarnado", que se
integra en la red de recuerdos autobiográficos y
que puede influir de manera más poderosa en
las actitudes, creencias y comportamientos
(Immordino y Damasio, 2007).
Desde una perspectiva pedagógica, aprovechar
el poder de la emoción en la consolidación de la
memoria implica diseñar experiencias de
aprendizaje que conecten con el mundo afectivo
de los estudiantes. Utilizar narrativas
personales, ejemplos concretos y relevantes
para sus vidas, fomentar la exploración activa y
la curiosidad, y promover un clima emocional
positivo en el aula, son estrategias que pueden
potenciar la resonancia emocional del material
de aprendizaje y, consecuentemente, su
consolidación en la memoria a largo plazo. En
última instancia, un aprendizaje que involucra
tanto la razón como la emoción, tiene el
potencial de ser no solo más efectivo, sino
también más humano y transformador.
Emociones y motivación intrínseca:
Impulsores afectivos del compromiso, la
curiosidad y la persistencia en el aprendizaje
Más allá de simplemente filtrar la información
o consolidar recuerdos, las emociones se erigen
como poderosos motores de la motivación
intrínseca, impulsando el deseo innato de
aprender, explorar y dominar nuevos desafíos
(Ryan y Deci, 2000). A diferencia de la
motivación extrínseca, que surge de
recompensas o presiones externas, la
motivación intrínseca emana de la propia
satisfacción inherente a la actividad en
misma, alimentándose de emociones como la
curiosidad, el interés, la alegría y el sentimiento
de competencia (Deci y Ryan, 1985). En el
contexto del aprendizaje, esta motivación
intrínseca, profundamente arraigada en la
afectividad, se manifiesta como un mayor
compromiso con la tarea, una búsqueda activa
de conocimiento impulsada por la curiosidad, y
una tenaz persistencia ante las dificultades.
Desde una perspectiva neurobiológica, la
motivación intrínseca se encuentra íntimamente
ligada a los circuitos de recompensa del
cerebro, en particular al sistema dopaminérgico
mesolímbico (Schultz, 2016). La anticipación
de experiencias placenteras, la sensación de
progreso hacia una meta desafiante, o el simple
placer de descubrir algo nuevo, activan la
liberación de dopamina en áreas clave como el
núcleo accumbens y la corteza prefrontal,
generando una sensación de satisfacción y un
impulso a repetir la conducta que condujo a
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dicha recompensa (Berridge y Kringelbach,
2015). En el caso del aprendizaje
intrínsecamente motivado, estas "recompensas"
no son tangibles o externas, sino que residen en
las propias emociones positivas generadas por
el proceso de aprendizaje en mismo. La
curiosidad, por ejemplo, se asocia a la
activación de circuitos neuronales que liberan
dopamina en anticipación a la reducción de la
incertidumbre y el descubrimiento de
información novedosa, impulsando la
exploración y la búsqueda de conocimiento
(Gruber y Ranganath, 2019).
El interés, otra emoción clave en la motivación
intrínseca, surge de la conexión personal y la
relevancia percibida de un tema o actividad
(Silvia, 2008). Cuando un contenido de
aprendizaje se conecta con los valores, las
metas o las experiencias previas del individuo,
genera una resonancia emocional que
intensifica la atención, el compromiso y el
deseo de profundizar en dicho contenido. De
manera similar, la alegría y el disfrute
experimentados durante el aprendizaje
refuerzan la motivación intrínseca, creando un
ciclo positivo donde el éxito y el placer se
retroalimentan, impulsando una mayor
persistencia y un aprendizaje más profundo. En
contraste, emociones negativas como la
frustración, el aburrimiento o la ansiedad
pueden socavar la motivación intrínseca,
disminuyendo el compromiso, apagando la
curiosidad y llevando a la evitación de la tarea
de aprendizaje.
El impacto de la motivación intrínseca en el
aprendizaje es multifacético. Estudiantes
intrínsecamente motivados tienden a mostrar
mayor iniciativa, a invertir más esfuerzo y
tiempo en sus estudios, a adoptar estrategias de
aprendizaje más profundas y elaborativas, y a
persistir más tiempo ante las dificultades (Deci
et al., 1991). Además, la motivación intrínseca
se asocia a un aprendizaje más autónomo,
creativo y flexible, donde el estudiante se
convierte en un agente activo y auto-regulado
de su propio proceso de aprendizaje. En este
sentido, fomentar la motivación intrínseca no
solo mejora el rendimiento académico, sino que
también cultiva una disposición positiva hacia
el aprendizaje a lo largo de la vida,
promoviendo la curiosidad intelectual y el
deseo de crecimiento personal.
Desde una perspectiva pedagógica, cultivar la
motivación intrínseca en el aula implica diseñar
experiencias de aprendizaje que apelen a la
curiosidad, el interés y el sentido de
competencia de los estudiantes. Ofrecer
opciones y autonomía en la elección de temas y
proyectos, presentar desafíos óptimamente
ajustados al nivel de habilidad de los estudiantes
(evitando tanto la frustración como el
aburrimiento), fomentar la colaboración y el
aprendizaje activo, y reconocer el progreso y el
esfuerzo, más allá de la mera calificación, son
estrategias pedagógicas que pueden nutrir la
motivación intrínseca y desencadenar un ciclo
virtuoso de aprendizaje emocionalmente
enriquecedor y profundamente significativo.
En última instancia, comprender la intrincada
danza entre emoción y motivación intrínseca,
nos permite diseñar entornos educativos que no
solo transmitan conocimiento, sino que también
enciendan la chispa del deseo de aprender que
reside en cada individuo.
Regulación emocional y aprendizaje
autorregulado: El papel de la inteligencia
emocional en la optimización de estrategias
de aprendizaje y la resiliencia académica
El aprendizaje efectivo no es solo una cuestión
de capacidad cognitiva o motivación intrínseca,
sino también de regulación emocional. La
habilidad para gestionar las propias emociones,
especialmente aquellas que pueden interferir
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con el proceso de aprendizaje (como la
frustración, la ansiedad o la impulsividad),
emerge como un factor crítico para el éxito
académico y el aprendizaje a lo largo de la vida
(Gross, 2015). La regulación emocional,
entendida como el conjunto de procesos que
influyen en qué emociones experimentamos,
cuándo las experimentamos y cómo las
expresamos (Gross, 1998), se entrelaza de
manera inextricable con el aprendizaje
autorregulado, un proceso metacognitivo donde
los aprendices asumen un rol activo en la
planificación, ejecución y evaluación de su
propio aprendizaje (Zimmerman, 2002).
Desde la neurociencia cognitiva, la regulación
emocional se asienta en la actividad de la
corteza prefrontal (CPF), en particular la
corteza prefrontal dorsolateral y ventromedial,
regiones cerebrales cruciales para las funciones
ejecutivas, el control inhibitorio y la toma de
decisiones (Ochsner y Gross, 2005). La CPF
actúa como un "director de orquesta"
emocional, modulando la actividad de
estructuras subcorticales involucradas en la
generación y experiencia de las emociones,
como la amígdala y el sistema límbico
(Davidson y McEwen, 2012). Estrategias de
regulación emocional como la reevaluación
cognitiva (cambiar la interpretación de una
situación emocionalmente desafiante) o la
supresión expresiva (inhibir la expresión
externa de la emoción), se correlacionan con
una mayor activación de la CPF y una
modulación descendente de la respuesta
amigdalina (Ochsner et al., 2004). En el
contexto del aprendizaje, esta capacidad de
"regular" las propias emociones permite a los
estudiantes mantener la concentración, persistir
ante la dificultad, manejar la frustración ante los
errores y mantener una actitud mental
constructiva frente a los desafíos académicos.
La inteligencia emocional (IE), entendida como
la habilidad para percibir, comprender, utilizar
y gestionar las emociones propias y ajenas
(Mayer y Salovey, 1997), se presenta como un
constructo psicológico estrechamente
vinculado a la regulación emocional y con
importantes implicaciones para el aprendizaje
autorregulado. Individuos con alta IE tienden a
ser más hábiles en identificar sus propias
emociones y las de los demás, en comprender
las causas y consecuencias de las emociones, en
utilizar las emociones para facilitar el
pensamiento y la acción, y en regular sus
propias emociones de manera adaptativa
(Salovey y Mayer, 1990). Estas habilidades
emocionales se traducen en una mayor
capacidad para el aprendizaje autorregulado, ya
que los estudiantes emocionalmente
inteligentes son más propensos a establecer
metas realistas, planificar sus estrategias de
estudio, monitorear su progreso, buscar ayuda
cuando la necesitan, y persistir ante los
obstáculos académicos (Mayer et al., 2016).
El aprendizaje autorregulado, potenciado por la
regulación emocional y la inteligencia
emocional, no solo optimiza el rendimiento
académico inmediato, sino que también
fomenta la resiliencia académica, la capacidad
para adaptarse positivamente a la adversidad y
recuperarse de los desafíos en el contexto
educativo (Martin y Marsh, 2006). Estudiantes
resilientes, con una buena regulación
emocional, son más capaces de afrontar el estrés
académico, manejar la presión de los exámenes,
aprender de los errores y percibir los desafíos
como oportunidades para crecer y mejorar, en
lugar de amenazas paralizantes (Tugade y
Fredrickson, 2004). La regulación emocional
actúa como un "amortiguador" frente a las
emociones negativas asociadas al fracaso o la
dificultad, permitiendo a los estudiantes
mantener una perspectiva optimista, perseverar
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en sus esfuerzos y, en última instancia, alcanzar
sus metas académicas a pesar de los inevitables
contratiempos.
Desde una perspectiva educativa, el desarrollo
de la regulación emocional y la inteligencia
emocional se convierte en un objetivo
pedagógico fundamental, tan importante como
la transmisión de conocimientos disciplinares.
Implementar programas de aprendizaje
socioemocional (ASE) en las escuelas, que
enseñen a los estudiantes a reconocer y
gestionar sus emociones, a desarrollar
habilidades de afrontamiento adaptativas, a
cultivar la empatía y las habilidades sociales,
puede tener un impacto profundo y duradero en
su bienestar emocional, su rendimiento
académico y su resiliencia. Además, los
docentes pueden modelar la regulación
emocional en el aula, crear un clima emocional
seguro y de apoyo, y enseñar estrategias
específicas de autorregulación a sus estudiantes,
empoderándolos para convertirse en aprendices
autónomos, resilientes y emocionalmente
inteligentes, preparados para afrontar los
desafíos del aprendizaje y de la vida con mayor
confianza y bienestar.
Implicaciones pedagógicas de la
neurociencia afectiva: Diseñando ambientes
de aprendizaje emocionalmente inteligentes
para potenciar el desarrollo cognitivo y
socioemocional
La convergencia de la neurociencia cognitiva y
el estudio de las emociones, que podemos
denominar neurociencia afectiva, ofrece un
cuerpo de conocimiento cada vez más robusto y
valioso para la práctica pedagógica.
Comprender cómo las emociones modulan la
atención, la memoria, la motivación y la
regulación del aprendizaje, no es solo un
ejercicio teórico, sino un imperativo práctico
para diseñar ambientes de aprendizaje
emocionalmente inteligentes que potencien el
desarrollo integral de los estudiantes, abarcando
tanto sus capacidades cognitivas como
socioemocionales (Zull, 2002). La neurociencia
afectiva nos invita a repensar la educación
desde una perspectiva más holística y humana,
reconociendo que el aprendizaje no es un
proceso puramente racional, sino una
experiencia profundamente imbricada en el
tejido de nuestras emociones.
Una de las implicaciones pedagógicas más
directas de la neurociencia afectiva reside en la
necesidad de priorizar el clima emocional en el
aula. Crear un ambiente seguro, acogedor,
respetuoso y emocionalmente responsivo,
donde los estudiantes se sientan valorados,
comprendidos y apoyados, se convierte en una
condición indispensable para optimizar el
aprendizaje (Immordino, 2016). Reducir las
fuentes de estrés y ansiedad innecesarias,
fomentar la conexión social y la colaboración,
promover la expresión emocional saludable, y
modelar la empatía y la regulación emocional
por parte del docente, contribuyen a crear un
"filtro afectivo bajo" que facilita la apertura al
aprendizaje y minimiza las barreras
emocionales que pueden inhibir la adquisición
de conocimiento.
En la práctica, esto se traduce en una serie de
estrategias pedagógicas concretas. Integrar
actividades que fomenten la conexión personal
con el material de aprendizaje, como el uso de
narrativas, ejemplos relevantes para la vida de
los estudiantes, o la exploración de temas de
interés personal, puede activar la motivación
intrínseca y potenciar la resonancia emocional
del contenido (Tokuhama, 2010). Diseñar tareas
desafiantes pero alcanzables, que ofrezcan
oportunidades para experimentar la sensación
de competencia y logro, puede nutrir la
autoconfianza y el disfrute en el proceso de
aprendizaje. Incorporar metodologías activas y
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participativas, como el aprendizaje basado en
proyectos, el aprendizaje cooperativo o el
aprendizaje basado en problemas, fomentan la
interacción social positiva, la colaboración y el
sentido de pertenencia a una comunidad de
aprendizaje, elementos clave para un clima
emocional favorable.
Asimismo, la neurociencia afectiva subraya la
importancia de incorporar explícitamente el
desarrollo de habilidades socioemocionales en
el currículo. Enseñar a los estudiantes a
reconocer y nombrar sus emociones, a
comprender las emociones de los demás, a
regular sus propias reacciones emocionales, a
desarrollar la empatía y las habilidades de
comunicación emocionalmente inteligente, no
solo contribuye a su bienestar psicológico y
social, sino que también mejora su capacidad
para aprender de manera efectiva y
autorregulada (Brackett y Rivers, 2014).
Programas de aprendizaje socioemocional
(ASE) que integran actividades prácticas,
reflexiones personales y el modelado de
habilidades emocionales por parte de los
docentes, han demostrado ser eficaces para
mejorar el clima escolar, reducir el acoso
escolar, aumentar el compromiso académico y
promover el rendimiento y la resiliencia de los
estudiantes (Durlak et al., 2011).
La formación docente en neurociencia afectiva
y aprendizaje socioemocional emerge como un
elemento crucial para la transformación
pedagógica. Docentes conscientes del impacto
de las emociones en el cerebro del aprendiz, y
equipados con estrategias para crear ambientes
de aprendizaje emocionalmente inteligentes y
para cultivar las habilidades socioemocionales
de sus estudiantes, se convierten en agentes de
cambio capaces de generar un impacto
profundo y positivo en la vida de sus alumnos.
La neurociencia afectiva, en última instancia,
nos recuerda que educar es un acto
intrínsecamente humano y emocional, y que, al
abrazar la complejidad de la experiencia
afectiva en el aula, podemos abrir las puertas a
un aprendizaje más pleno, significativo y
transformador, preparando a las nuevas
generaciones no solo para el éxito académico,
sino también para una vida emocionalmente
rica y satisfactoria.
Conclusiones
A lo largo de este artículo de revisión teórica,
hemos explorado en profundidad el impacto
multifacético y esencial de las emociones en el
proceso de aprendizaje, adoptando una lente
analítica desde la neurociencia cognitiva.
Hemos recorrido un camino que nos ha llevado
desde los fundamentos neurobiológicos de la
interacción emoción-cognición, hasta las
implicaciones pedagógicas concretas para
diseñar ambientes de aprendizaje más efectivos
y emocionalmente inteligentes. En este
recorrido, se ha evidenciado que las emociones
no son un mero acompañamiento del
aprendizaje, sino fuerzas activas y constitutivas
que modulan, dan forma y enriquecen la
experiencia de aprender en su totalidad.
Hemos constatado que las emociones actúan
como un filtro afectivo de la atención,
seleccionando qué información percibimos y
procesamos, dirigiendo nuestros recursos
cognitivos hacia estímulos emocionalmente
relevantes. Se ha destacado el poder de la
emoción para consolidar la memoria,
especialmente aquella información que resuena
con nuestro mundo afectivo y personal,
convirtiendo ciertos recuerdos en experiencias
vividas y duraderas. Asimismo, se ha
subrayado el rol de las emociones como
motores de la motivación intrínseca,
desencadenando el compromiso, la curiosidad y
la persistencia en el aprendizaje a través de
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circuitos neuronales de recompensa y
emociones positivas como el interés y la alegría.
Finalmente, se ha enfatizado la importancia de
la regulación emocional y la inteligencia
emocional como habilidades metacognitivas
clave para el aprendizaje autorregulado y la
resiliencia académica, permitiendo a los
estudiantes gestionar las emociones disruptivas
y optimizar sus estrategias de aprendizaje.
Las implicaciones pedagógicas de la
neurociencia afectiva son vastas y
transformadoras. Se ha puesto de manifiesto la
necesidad de trascender una visión puramente
racionalista del aprendizaje, reconociendo la
centralidad de las emociones en la experiencia
educativa. Diseñar ambientes de aprendizaje
emocionalmente inteligentes, priorizando el
clima emocional positivo en el aula,
fomentando la conexión personal con el
material, cultivando la motivación intrínseca, y
desarrollando explícitamente las habilidades
socioemocionales de los estudiantes, emerge
como un imperativo pedagógico para potenciar
el desarrollo integral de los aprendices. La
educación del siglo XXI demanda un enfoque
holístico que integre lo cognitivo y lo afectivo,
preparando a los estudiantes no solo para el
éxito académico, sino también para una vida
emocionalmente rica, significativa y adaptativa.
Si bien los avances en la neurociencia afectiva
han iluminado de manera significativa la
relación emoción-aprendizaje, aún existen
importantes desafíos y direcciones futuras de
investigación. Profundizar en la comprensión
de las diferencias individuales en la modulación
emocional del aprendizaje, explorar el impacto
de diferentes tipos de emociones y su
interacción con variables contextuales y
culturales, investigar el rol de las emociones
sociales y la cognición social en el aprendizaje
colaborativo, y desarrollar intervenciones
pedagógicas basadas en la evidencia
neurocientífica para promover la regulación
emocional y la inteligencia emocional en el
aula, son solo algunas de las áreas que
demandan una mayor exploración.
El impacto de las emociones en el aprendizaje,
lejos de ser un factor secundario o perturbador,
se revela como un elemento fundamental e
intrínseco a la propia naturaleza del proceso de
aprendizaje humano. Abrazar la complejidad
de la experiencia emocional en la educación,
integrando los conocimientos de la neurociencia
afectiva en la práctica pedagógica, no solo
puede optimizar la efectividad del aprendizaje
cognitivo, sino que también tiene el potencial de
transformar la educación en una experiencia
más humana, significativa y emocionalmente
enriquecedora, capaz de cultivar aprendices
más plenos, resilientes y apasionados por el
conocimiento.
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