Ciencia y Educación
(L-ISSN: 2790-8402 E-ISSN: 2707-3378)
Vol. 6 No. 9
Septiembre del 2025
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INCLUSIÓN EDUCATIVA: ESTRATEGIAS PARA INTEGRAR A ESTUDIANTES CON
NECESIDADES EDUCATIVAS ESPECIALES EN AULAS REGULARES DE EDUCACIÓN
BÁSICA
EDUCATIONAL INCLUSION: STRATEGIES FOR INTEGRATING STUDENTS WITH
SPECIAL EDUCATIONAL NEEDS INTO REGULAR BASIC EDUCATION CLASSROOMS
Autores: ¹Lilia Margoth Claudio Chicaiza, ²Mónica Lorena Villalva Cevallos, ³Carmen Adriana
Lema Baldías,
4
Silvia del Pilar Ganchala Chicaiza, y
5
Myriam Magdalena Ganchala
Chicaiza.
¹ORCID ID: https://orcid.org/0009-0005-2513-0164
²ORCID ID: https://orcid.org/0009-0002-6671-3284
³ORCID ID: https://orcid.org/0009-0004-7837-1781
4
ORCID ID: https://orcid.org/0009-0001-7673-9720
5
ORCID ID: https://orcid.org/0009-0005-8739-1423
¹E-mail de contacto: lilia.claudio@educacion.gob.ec
²E-mail de contacto: monica.villalva@educacion.gob.ec
³E-mail de contacto: adriana.lema@educacion.gob.ec
4
E-mail de contacto: silvia.ganchala@educacion.gob.ec
5
E-mail de contacto: myriam.ganchala@educacion.gob.ec
Afiliación: ¹*²*Unidad Educativa “19 de Septiembre”, (Ecuador). ³*
4
*Unidad Educativa “Pastocalle”, (Ecuador).
5
*Unidad Educativa
“Otto Sharnow”, (Ecuador).
Artículo recibido: 21 de Agosto de 2025
Artículo revisado: 31 de Agosto de 2025
Artículo aprobado: 15 de Septiembre de 2025
¹Licenciada en Ciencias de la Educación, mención Educación Parvularia, graduada en la Universidad Técnica de Ambato, (Ecuador),
Magíster en Educación Inicial otorgado por la Universidad Estatal de Milagro, (Ecuador).
²Licenciada en Ciencias de la Educación, mención Educación Parvularia, graduada de la Universidad Técnica Ambato, (Ecuador).
Magíster en Educación Básica otorgado por la Universidad Estatal de Milagro, (Ecuador).
³Licenciada en Ciencias de la Educación Básica, graduada en la Universidad Estatal de Bolívar, (Ecuador).
4
Licenciada en Ciencias de la Educación, mención Educación Básica, graduada de la Universidad Estatal de Bolívar, (Ecuador).
5
Profesora en Educación Primaria, graduada en el Instituto Pedagógico Belisario Quevedo, (Ecuador).
Resumen
La inclusión educativa es uno de los mayores
desafíos y compromisos de los sistemas
educativos contemporáneos, especialmente en
el nivel de Educación Básica, donde se forman
las bases cognitivas, sociales y emocionales
para el aprendizaje a lo largo de la vida. Este
artículo analiza estrategias para integrar a
estudiantes con necesidades educativas
especiales (NEE) en aulas regulares, revisando
literatura reciente (2023-2025) y destacando
prácticas exitosas en el contexto
latinoamericano. Se aplicó un enfoque
documental con revisión sistemática de 25
artículos científicos, seleccionados bajo
criterios de actualidad y pertinencia,
organizados en una matriz de análisis para
sistematizar hallazgos. Los resultados
muestran que las adaptaciones curriculares, la
formación docente continua y el uso de
tecnologías de apoyo son las estrategias más
eficaces para favorecer la participación y el
aprendizaje equitativo. También se evidenció
la importancia de la participación de la familia
y la comunidad escolar, así como la necesidad
de una cultura institucional que valore la
diversidad y promueva actitudes positivas. Sin
embargo, se identificaron limitaciones
asociadas a recursos materiales, brechas
tecnológicas y actitudes discriminatorias, que
requieren políticas públicas sostenidas e
inversión. Se concluye que la inclusión es un
proceso sistémico que demanda compromiso,
planificación y recursos, y que sus beneficios
se extienden a toda la comunidad educativa.
Finalmente, se propone fortalecer la formación
docente, garantizar infraestructura accesible y
desarrollar programas de sensibilización como
acciones clave para avanzar hacia una
educación inclusiva, equitativa y de calidad.
Palabras clave: Inclusión educativa,
Necesidades educativas especiales,
Educación Básica.
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Abstract
Educational inclusion is one of the greatest
challenges and commitments of contemporary
education systems, especially at the basic
education level, where the cognitive, social,
and emotional foundations for lifelong learning
are formed. This article analyzes strategies for
integrating students with special educational
needs (SEN) into regular classrooms,
reviewing recent literature (2023-2025) and
highlighting successful practices in the Latin
American context. A documentary approach
was applied with a systematic review of 25
scientific articles, selected based on criteria of
relevance and relevance, organized into an
analysis matrix to systematize findings. The
results show that curricular adaptations,
ongoing teacher training, and the use of
assistive technologies are the most effective
strategies for promoting participation and
equitable learning. The importance of family
and school community involvement was also
evident, as was the need for an institutional
culture that values diversity and promotes
positive attitudes. However, limitations
associated with material resources,
technological gaps, and discriminatory
attitudes were identified, which require
sustained public policies and investment. The
conclusion is that inclusion is a systemic
process that demands commitment, planning,
and resources, and that its benefits extend to the
entire educational community. Finally, it is
proposed to strengthen teacher training,
guarantee accessible infrastructure, and
develop awareness programs as key actions to
advance toward inclusive, equitable, and
quality education.
Keywords: Educational inclusion, Special
educational needs, Basic education.
Sumário
A inclusão educacional é um dos maiores
desafios e compromissos dos sistemas
educacionais contemporâneos, especialmente
no nível da educação sica, onde se formam
as bases cognitivas, sociais e emocionais para a
aprendizagem ao longo da vida. Este artigo
analisa estratégias de integração de alunos com
necessidades educacionais especiais (NEE) em
salas de aula regulares, revisando a literatura
recente (2023-2025) e destacando práticas
bem-sucedidas no contexto latino-americano.
Foi aplicada uma abordagem documental com
revisão sistemática de 25 artigos científicos,
selecionados com base em critérios de
relevância e relevância, organizados em uma
matriz de análise para sistematizar os achados.
Os resultados mostram que as adaptações
curriculares, a formação continuada de
professores e o uso de tecnologias assistivas
são as estratégias mais eficazes para promover
a participação e a aprendizagem equitativa. A
importância do envolvimento da família e da
comunidade escolar também ficou evidente,
assim como a necessidade de uma cultura
institucional que valorize a diversidade e
promova atitudes positivas. No entanto, foram
identificadas limitações associadas a recursos
materiais, lacunas tecnológicas e atitudes
discriminatórias, que requerem políticas
públicas e investimentos sustentados. Conclui-
se que a inclusão é um processo sistêmico que
exige comprometimento, planejamento e
recursos, e que seus benefícios se estendem a
toda a comunidade educacional. Por fim,
propõe-se fortalecer a formação de professores,
garantir infraestrutura acessível e desenvolver
programas de conscientização como ações-
chave para avançar rumo a uma educação
inclusiva, equitativa e de qualidade.
Palavras-chave: Inclusão educacional;
Necessidades educacionais especiais;
Educação básica.
Introducción
La inclusión educativa se ha convertido en un
eje fundamental de los sistemas educativos
contemporáneos debido a su estrecha relación
con la justicia social y el respeto a los derechos
humanos (UNESCO, 2023). Este enfoque busca
garantizar que todos los estudiantes, incluyendo
aquellos con necesidades educativas especiales
(NEE), tengan acceso a una educación de
calidad, eliminando barreras físicas, sociales y
culturales que tradicionalmente han limitado su
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participación. En el nivel de Educación Básica,
este proceso es especialmente relevante porque
es en esta etapa donde se consolidan las bases
del aprendizaje y se desarrollan competencias
sociales y cognitivas esenciales para la vida.
Además, la inclusión fomenta ambientes
escolares donde se valora la diversidad, lo que
impacta positivamente en la convivencia y en el
rendimiento general de los grupos. Así, este
tema no solo atiende a una obligación
normativa, sino también a una necesidad ética y
pedagógica que trasciende fronteras y
contextos. Las políticas internacionales y
nacionales han fortalecido el marco legal para
promover la inclusión como un principio rector
de la educación (Ley Orgánica de Educación
Intercultural, 2024). En Ecuador, estas
disposiciones incluyen la implementación de
adaptaciones curriculares, recursos de apoyo y
capacitación docente como parte de las
estrategias para eliminar desigualdades. Sin
embargo, el tránsito de la teoría a la práctica
enfrenta obstáculos significativos, como la falta
de recursos materiales, infraestructura adecuada
y personal especializado. La brecha entre lo
planteado en las normativas y su ejecución
efectiva es un problema común en países
latinoamericanos, donde las condiciones
socioeconómicas a menudo limitan el acceso a
herramientas inclusivas (Rodríguez y Pacheco,
2024). Esto demuestra que las políticas deben
acompañarse de financiamiento sostenido,
gestión eficiente y sensibilización de todos los
actores involucrados.
El rol del docente es un factor determinante en
la construcción de ambientes inclusivos. La
formación continua, la apertura hacia la
diversidad y las actitudes positivas hacia la
diferencia son condiciones esenciales para
lograr una verdadera integración (Ainscow y
Miles, 2024). Los estudios más recientes
señalan que los docentes capacitados son
capaces de emplear metodologías activas,
adaptaciones curriculares y herramientas
tecnológicas para atender a las distintas
necesidades. Además, la preparación
profesional permite que los educadores
identifiquen y atiendan las barreras de
aprendizaje de manera oportuna, mejorando los
resultados académicos y sociales de los
estudiantes con NEE (Pérez et al., 2024). Por
ello, invertir en formación docente es una de las
principales recomendaciones para los sistemas
educativos que buscan avanzar en este ámbito.
El currículo escolar debe ser flexible y
adaptarse a la diversidad de estudiantes
presentes en el aula. El Diseño Universal para
el Aprendizaje (DUA) es una estrategia
ampliamente reconocida que propone modificar
los contenidos, procesos y evaluaciones para
atender a las diferentes formas de aprender
(Meyer, Rose & Gordon, 2024). Este enfoque
busca ofrecer múltiples formas de
representación, acción y expresión, de manera
que cada estudiante pueda acceder al
aprendizaje desde sus propias capacidades. Las
adaptaciones curriculares permiten que los
estudiantes con NEE no solo participen, sino
que progresen y desarrollen su potencial en
igualdad de condiciones. De este modo, el
currículo se convierte en una herramienta
inclusiva que garantiza el derecho a aprender de
todos los estudiantes.
El uso de la tecnología es otra de las grandes
oportunidades para la inclusión educativa. Las
herramientas tecnológicas, como aplicaciones
interactivas, software de apoyo, lectores de
pantalla y recursos multimedia, facilitan la
accesibilidad para estudiantes con diversas
discapacidades (Torres y Rivera, 2024). Estas
tecnologías no solo mejoran el acceso a los
contenidos, sino que favorecen el aprendizaje
autónomo y el desarrollo de habilidades
digitales desde edades tempranas. Sin embargo,
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persisten desafíos relacionados con la equidad
en el acceso, ya que no todas las instituciones
cuentan con recursos suficientes para incorporar
estos avances. Es indispensable que las políticas
educativas contemplen la inversión en
infraestructura tecnológica y capacitación del
personal docente para aprovechar al máximo
estas herramientas. La participación activa de la
familia y de la comunidad educativa es
fundamental para garantizar procesos
inclusivos sostenibles. La literatura reciente
destaca que el involucramiento de los padres y
cuidadores en el aprendizaje de los niños con
NEE refuerza los logros académicos y sociales
(Pérez et al., 2024). Además, la comunidad
escolar juega un papel clave en la
sensibilización y en la construcción de una
cultura de respeto a la diversidad. Las actitudes
positivas de los compañeros de clase, directivos
y otros miembros del entorno escolar
contribuyen significativamente al éxito de las
estrategias inclusivas. Así, la inclusión no
puede concebirse solo como una tarea del
docente, sino como un compromiso colectivo.
Los beneficios de las aulas inclusivas no se
limitan únicamente a los estudiantes con NEE.
Las investigaciones muestran que la
convivencia con compañeros diversos fomenta
la empatía, la cooperación y las habilidades
sociales en todos los estudiantes (Martínez y
Soto, 2023). Esta interacción favorece la
creación de ambientes más tolerantes, críticos y
solidarios, que son esenciales para formar
ciudadanos responsables en sociedades
democráticas. Además, la diversidad en el aula
enriquece las experiencias de aprendizaje, ya
que cada estudiante aporta perspectivas únicas
que benefician al grupo. En este sentido, la
inclusión debe entenderse como un valor
agregado para toda la comunidad educativa. A
pesar de los avances, los desafíos son
persistentes y variados. Las actitudes negativas
hacia la discapacidad, la falta de
sensibilización, la escasez de recursos y la
sobrecarga laboral del docente son obstáculos
que deben superarse para alcanzar una
verdadera inclusión (Rodríguez y Pacheco,
2024). Estos retos requieren acciones
articuladas entre gobierno, instituciones
educativas, familias y sociedad civil. La
implementación de políticas efectivas implica
no solo recursos económicos, sino también una
transformación cultural que promueva la
diversidad como una fortaleza y no como una
dificultad. Solo así se podrán lograr entornos
educativos más justos y equitativos.
En el plano internacional, la UNESCO (2023)
destaca que los países que han alcanzado
mayores niveles de inclusión educativa han
invertido de forma sostenida en la formación
docente, en la mejora de la infraestructura y en
el fortalecimiento de las redes de apoyo. Estos
logros demuestran que la inclusión no es
únicamente una meta pedagógica, sino un
proceso social que requiere voluntad política y
visión a largo plazo. La colaboración entre
instituciones y comunidades, así como el uso
inteligente de los recursos, son determinantes
para avanzar en este ámbito. Así, la inclusión se
posiciona como una estrategia que va más allá
de lo escolar y se convierte en un compromiso
de desarrollo integral. Este artículo busca
analizar las principales estrategias para integrar
a estudiantes con NEE en aulas regulares de
Educación Básica, tomando como base una
revisión de estudios recientes (2023-2025). Se
pretende ofrecer un panorama completo que
combine el análisis teórico con
recomendaciones prácticas aplicables a
diferentes contextos educativos. Los resultados
obtenidos pueden servir de guía para docentes,
directivos y responsables de políticas públicas
que busquen fortalecer la inclusión. Al centrar
la atención en la calidad educativa y la equidad,
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se espera contribuir a un sistema que valore la
diversidad como una fuente de aprendizaje y
crecimiento para todos.
El concepto de inclusión educativa se basa en el
reconocimiento del derecho de todas las
personas a recibir una educación de calidad sin
discriminación (UNESCO, 2023). Este enfoque
promueve la participación activa de todos los
estudiantes, independientemente de sus
características o condiciones, y busca eliminar
las barreras que impiden su aprendizaje. En el
contexto de la Educación Básica, la inclusión
implica una reorganización de las prácticas
pedagógicas, administrativas y sociales para
garantizar la equidad. Estudios recientes
destacan que la inclusión no solo es una
obligación legal, sino también una estrategia
para mejorar los resultados educativos y
fortalecer la cohesión social (Ainscow & Miles,
2024). Así, la inclusión educativa se entiende
como un proceso dinámico que requiere
compromiso político y cultural. Las políticas
nacionales e internacionales han establecido
marcos normativos que orientan la inclusión. En
Ecuador, la Ley Orgánica de Educación
Intercultural (2024) señala la necesidad de
adaptaciones curriculares, recursos de apoyo y
formación docente para atender a la diversidad.
A nivel internacional, las directrices de la
UNESCO y la Agenda 2030 para el Desarrollo
Sostenible incluyen metas relacionadas con la
educación inclusiva y equitativa. Sin embargo,
los retos persisten, especialmente en países de
ingresos medios y bajos, donde la
implementación enfrenta limitaciones
financieras y técnicas (Rodríguez y Pacheco,
2024). Esto evidencia que las leyes por sí solas
no garantizan la inclusión, sino que deben ir
acompañadas de acciones concretas.
Uno de los enfoques más estudiados para
atender la diversidad en el aula es el Diseño
Universal para el Aprendizaje (DUA). Este
modelo propone flexibilizar los objetivos,
métodos y evaluaciones para permitir que cada
estudiante acceda al conocimiento según sus
capacidades y estilos de aprendizaje (Meyer, y
Gordon, 2024). Las investigaciones recientes
destacan que el DUA fomenta la participación
activa y mejora el rendimiento académico de
estudiantes con y sin NEE. Asimismo,
promueve la autonomía y reduce las brechas de
aprendizaje, favoreciendo entornos más
equitativos. Por ello, se considera una
herramienta clave para docentes que buscan
prácticas inclusivas efectivas. Las adaptaciones
curriculares son otro componente central en la
inclusión educativa. Estas consisten en ajustes
en los contenidos, la metodología y las
evaluaciones para responder a las necesidades
específicas de los estudiantes (Fernández y
Ramos, 2025). Las adaptaciones pueden ser de
acceso, cuando buscan eliminar barreras físicas
o tecnológicas, o significativas, cuando se
modifican objetivos y contenidos. Según la
literatura, las adaptaciones deben planificarse
de forma colaborativa y con un seguimiento
constante para garantizar su efectividad
(Martínez y Soto, 2023). Esto refuerza la
necesidad de equipos interdisciplinarios que
apoyen el trabajo del docente.
La capacitación docente es un factor
determinante para el éxito de la inclusión. La
formación continua permite a los maestros
adquirir estrategias para trabajar con estudiantes
con diferentes capacidades, adaptarse a
situaciones diversas y manejar recursos
tecnológicos (Pérez et al., 2024). Los programas
de formación más efectivos combinan teoría
con práctica y fomentan actitudes positivas
hacia la diversidad. Las investigaciones indican
que los docentes capacitados muestran mayor
confianza y disposición para implementar
estrategias inclusivas en sus aulas. En
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consecuencia, invertir en formación docente
debe ser una prioridad para las políticas
educativas. La tecnología educativa se ha
convertido en un recurso indispensable para
facilitar la inclusión. Herramientas como
lectores de pantalla, programas de
comunicación aumentativa y aplicaciones
interactivas permiten atender a estudiantes con
discapacidades sensoriales o cognitivas (Torres
y Rivera, 2024). Estas tecnologías, cuando se
usan adecuadamente, no solo eliminan barreras,
sino que potencian el aprendizaje de todos los
estudiantes. Sin embargo, el acceso desigual a
las TIC sigue siendo un problema en muchos
contextos, especialmente en zonas rurales. Por
ello, es esencial que las políticas educativas
contemplen la dotación de recursos
tecnológicos y la capacitación para su uso.
El trabajo colaborativo es otro eje clave en la
inclusión educativa. La cooperación entre
docentes, especialistas, familias y estudiantes
favorece la construcción de entornos más
inclusivos y solidarios (Pérez et al., 2024). Este
enfoque permite compartir experiencias,
resolver problemas de manera conjunta y
generar estrategias adaptadas a cada contexto.
La literatura evidencia que las escuelas que
fomentan la colaboración logran mayores
niveles de participación de los estudiantes con
NEE. Así, el trabajo en equipo es una práctica
que debe ser promovida y sostenida. La
participación de la familia es esencial para el
éxito de los procesos inclusivos. Diversos
estudios resaltan que cuando las familias se
involucran activamente en el aprendizaje, los
estudiantes muestran mayores logros
académicos y socioemocionales (Martínez y
Soto, 2023). Las familias no solo brindan apoyo
emocional, sino que aportan información
valiosa sobre las necesidades y capacidades de
sus hijos. Esta colaboración también fortalece la
relación entre la escuela y la comunidad,
creando redes de apoyo más efectivas. Por lo
tanto, se recomienda que las políticas
educativas incluyan programas de orientación y
capacitación para padres.
Las actitudes hacia la diversidad influyen
directamente en el éxito de la inclusión.
Investigaciones recientes muestran que las
percepciones negativas hacia los estudiantes
con NEE pueden convertirse en barreras más
difíciles de superar que las limitaciones físicas
o cognitivas (Rodríguez y Pacheco, 2024). Por
ello, es fundamental desarrollar programas de
sensibilización para toda la comunidad
educativa. Las campañas de concienciación, los
talleres y las actividades participativas
contribuyen a cambiar estas actitudes. Un
entorno que valora la diversidad se convierte en
un espacio propicio para el aprendizaje y la
convivencia. La evaluación inclusiva es otro
aspecto importante que ha cobrado fuerza en los
últimos años. Este enfoque busca valorar el
progreso del estudiante considerando sus
características individuales y no solo los
estándares generales (Fernández y Ramos,
2025). Las evaluaciones deben ser flexibles,
diversificadas y orientadas al desarrollo,
evitando etiquetar o excluir a los estudiantes.
Las investigaciones indican que la
retroalimentación constante y el uso de
diferentes instrumentos de evaluación son
estrategias efectivas. Así, la evaluación se
transforma en una herramienta para la mejora
continua y no en una barrera.
La infraestructura escolar también tiene un
impacto significativo en la inclusión. Espacios
accesibles, adaptados y seguros son necesarios
para garantizar la participación plena de todos
los estudiantes (Torres y Rivera, 2024). Esto
incluye desde rampas y señalética hasta
ambientes sensorialmente adecuados para
estudiantes con trastornos del espectro autista.
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Las escuelas que invierten en infraestructura
inclusiva muestran mayores niveles de
satisfacción y compromiso de la comunidad
educativa. Por tanto, la accesibilidad debe
considerarse una inversión prioritaria. En el
ámbito emocional, la inclusión fomenta
competencias socioemocionales que benefician
a toda la comunidad escolar. La convivencia
con compañeros diversos permite desarrollar
empatía, tolerancia y habilidades sociales
(Martínez y Soto, 2023). Estos aprendizajes son
fundamentales para formar ciudadanos
conscientes y responsables en sociedades
plurales. Además, favorecen el clima escolar,
reduciendo la violencia y los conflictos. Así, la
inclusión es también una herramienta para la
construcción de paz.
La inclusión educativa debe abordarse desde un
enfoque interdisciplinario. Psicólogos,
terapeutas, trabajadores sociales y otros
especialistas aportan conocimientos y
estrategias que enriquecen el proceso (Ainscow
y Miles, 2024). Este trabajo conjunto permite
atender las necesidades de los estudiantes de
manera más integral y eficiente. Asimismo,
favorece la identificación temprana de
dificultades y el diseño de planes de
intervención. La integración de equipos
multidisciplinarios es, por tanto, un elemento
clave para avanzar hacia escuelas más
inclusivas. La investigación sobre inclusión
educativa ha evolucionado en los últimos años,
incorporando metodologías mixtas que
combinan enfoques cuantitativos y cualitativos.
Estos estudios permiten comprender no solo los
resultados académicos, sino también las
experiencias subjetivas de estudiantes y
docentes (Pérez et al., 2024). La evidencia
empírica respalda la efectividad de las
estrategias inclusivas, pero también muestra
que su éxito depende del contexto y de la
voluntad de las instituciones. Así, cada
propuesta debe adaptarse a las realidades
locales para ser efectiva. Esto refuerza la
importancia de investigaciones
contextualizadas.
El financiamiento es un tema transversal en la
discusión sobre inclusión. Sin recursos
suficientes, es difícil implementar programas
sostenibles y efectivos (Rodríguez y Pacheco,
2024). Las inversiones deben destinarse a
infraestructura, capacitación, tecnología y
equipos de apoyo. Además, se recomienda
establecer alianzas público-privadas que
permitan ampliar el alcance de estas iniciativas.
El compromiso financiero es, por tanto, un
indicador del compromiso político y social con
la inclusión. La inclusión educativa debe
entenderse como un proceso en constante
construcción. No existe un modelo único, sino
una serie de principios y estrategias que deben
adaptarse a cada contexto (UNESCO, 2023). La
flexibilidad, la innovación y la colaboración son
claves para enfrentar los retos que surgen en la
práctica. Asimismo, es necesario evaluar
constantemente las políticas y prácticas para
garantizar su pertinencia y eficacia. La
inclusión, en definitiva, es una meta que exige
compromiso, recursos y visión a largo plazo.
Materiales y Métodos
La presente investigación se desarrolló bajo un
enfoque cualitativo-cuantitativo, con el objetivo
de analizar estrategias inclusivas para integrar a
estudiantes con necesidades educativas
especiales (NEE) en aulas regulares de
Educación Básica. Se optó por un diseño de
investigación documental y descriptivo, basado
en la revisión y análisis de fuentes académicas
publicadas entre 2023 y 2025 en bases de datos
indexadas como Scopus, Google Scholar y
Redalyc (Creswell y Creswell, 2023). La
combinación de enfoques permitió obtener una
visión más integral del fenómeno estudiado,
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integrando el análisis teórico con ejemplos
prácticos. Esta estrategia también facilitó
contrastar hallazgos de diferentes contextos,
especialmente en Latinoamérica, asegurando la
validez y relevancia de las conclusiones. De
esta manera, se buscó construir un panorama
actualizado y riguroso que aporte a la discusión
sobre inclusión educativa. La población y
muestra documental se conformó por 25
artículos científicos seleccionados mediante un
muestreo intencional. Los criterios de inclusión
fueron: publicaciones realizadas entre 2023 y
2025, estudios que abordaran específicamente
estrategias inclusivas en Educación Básica, y
documentos que cumplieran con estándares
metodológicos y éticos de investigación. Se
excluyeron artículos con enfoques no aplicables
al contexto escolar o que no presentaran
evidencia clara sobre la implementación de
estrategias inclusivas. Este procedimiento
garantizó que las fuentes utilizadas fueran
relevantes y actuales, alineadas con las
exigencias del campo educativo. Así, se aseguró
un corpus bibliográfico que permitiera un
análisis profundo y contextualizado.
En cuanto a los instrumentos de análisis, se
elaboró una matriz de revisión bibliográfica que
permitió sistematizar la información relevante
de cada artículo. La matriz incluyó variables
como autor, año, objetivo, metodología,
estrategias de inclusión, resultados y
limitaciones. Esta herramienta facilitó la
comparación y el análisis transversal de los
datos, permitiendo identificar patrones, vacíos y
aportes significativos en las investigaciones
revisadas (Hernández y Mendoza, 2023).
Asimismo, se consideraron elementos
cualitativos, como la descripción de
experiencias y estudios de caso, para enriquecer
el análisis. Esto permitió un acercamiento más
completo a la realidad educativa y sus desafíos.
La validez y confiabilidad de la investigación se
aseguraron mediante varias estrategias. En
primer lugar, se utili la triangulación de
fuentes, comparando hallazgos de diferentes
autores y contextos para evitar sesgos
interpretativos. En segundo lugar, se verificó la
autenticidad de las fuentes consultadas,
priorizando artículos revisados por pares y
publicados en revistas indexadas de reconocido
prestigio. Finalmente, la revisión crítica de la
literatura se realizó de manera colaborativa y
con asesoría de expertos en educación inclusiva,
lo que permitió fortalecer la interpretación de
los resultados (UNESCO, 2023). Estas acciones
garantizaron la robustez del estudio y la
credibilidad de sus conclusiones.
El procedimiento de análisis incluyó dos fases
principales: una etapa descriptiva y una etapa
interpretativa. En la primera fase, se
organizaron los datos extraídos de las fuentes,
agrupándolos por categorías y subtemas
relacionados con la inclusión educativa. En la
segunda fase, se realizó un análisis
interpretativo, estableciendo relaciones entre
los hallazgos y los marcos teóricos revisados.
Esta combinación permitió identificar las
estrategias más efectivas, así como los factores
que favorecen o limitan la inclusión en aulas
regulares. La integración de resultados se
realizó con un enfoque crítico, considerando las
particularidades culturales y socioeducativas de
los contextos analizados. Es importante
destacar que esta metodología busca aportar
evidencia aplicable y contextualizada al campo
de la Educación Básica. Aunque se trata de un
estudio bibliográfico, el análisis permitió
generar recomendaciones prácticas para
docentes, directivos y responsables de políticas
educativas. Este diseño es replicable y puede
adaptarse para otros niveles educativos o temas
relacionados con la inclusión. Además, se
alinea con la tendencia actual de realizar
revisiones sistemáticas como base para el
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diseño de intervenciones pedagógicas (Creswell
y Creswell, 2023). Con ello, se cumple el
propósito de fortalecer la práctica docente y la
toma de decisiones en entornos educativos
diversos.
Resultados y Discusión
Los resultados de esta revisión bibliográfica
evidencian que las estrategias inclusivas más
efectivas para integrar estudiantes con NEE en
aulas regulares se concentran en tres grandes
ejes: adaptaciones curriculares, formación
docente y uso de tecnología. En los estudios
revisados, el 84% de los artículos (n=21)
coincidió en que la flexibilidad curricular es la
base para atender la diversidad, ya que permite
ajustar objetivos, contenidos y evaluaciones
según las capacidades individuales (Martínez &
Soto, 2023). Este hallazgo muestra que los
currículos rígidos limitan las oportunidades de
aprendizaje, mientras que los enfoques
adaptativos promueven la participación y el
progreso. Los estudios señalan que estas
adaptaciones son más efectivas cuando son
planificadas colaborativamente entre docentes,
especialistas y familias.
Tabla 1. Resumen con las principales
estrategias identificadas y su frecuencia en los
artículos revisados
Estrategia
Frecuencia (n=25)
Porcentaje (%)
Adaptaciones curriculares
21
84%
Capacitación docente
19
76%
Uso de tecnología de apoyo
18
72%
Participación de la familia
17
68%
Programas de sensibilización
15
60%
Mejora de infraestructura
14
56%
Fuente: elaboración propia
Un segundo hallazgo relevante es la
importancia de la capacitación docente. El 76%
de las investigaciones (n=19) destacó que los
maestros capacitados en inclusión presentan
actitudes más positivas, aplican metodologías
activas y aprovechan los recursos tecnológicos
de manera más eficiente (Ainscow y Miles,
2024). Los datos indican que la formación
continua no solo mejora la confianza del
docente, sino que también incrementa el
rendimiento de todos los estudiantes. Esto
coincide con estudios internacionales que
recomiendan programas de actualización
permanente para atender las demandas de aulas
cada vez más heterogéneas. Asimismo, se
identificó que los docentes que trabajan en redes
colaborativas tienen mejores resultados que
aquellos que actúan de manera aislada. El uso
de tecnologías de apoyo fue mencionado en el
72% de los artículos (n=18) como un factor
facilitador para la inclusión (Fernández &
Ramos, 2025). Herramientas como lectores de
pantalla, aplicaciones interactivas y plataformas
digitales permiten adaptar la enseñanza a
diferentes estilos de aprendizaje y necesidades
específicas. Las evidencias muestran que estas
tecnologías favorecen la autonomía y
motivación de los estudiantes con NEE, además
de beneficiar al resto del grupo al diversificar
las actividades. Sin embargo, los estudios
también advierten sobre la brecha tecnológica
en contextos rurales o instituciones con bajos
recursos, lo que limita el impacto positivo de
estas herramientas. Esto resalta la necesidad de
políticas que garanticen acceso equitativo a
recursos digitales.
La participación de la familia y la comunidad
escolar fue otro factor destacado. El 68% de las
publicaciones (n=17) resaltó que la implicación
activa de los padres y cuidadores contribuye
significativamente al éxito de las estrategias
inclusivas (Pérez et al., 2024). Los datos
sugieren que las familias actúan como puente
entre las necesidades del estudiante y las
acciones de la escuela, aportando información
valiosa y reforzando el trabajo pedagógico en
casa. Asimismo, se evidenció que las escuelas
con programas de sensibilización comunitaria
logran mayores niveles de aceptación y
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reducción de prejuicios hacia la diversidad. Esto
confirma que la inclusión no es solo un proceso
escolar, sino un esfuerzo compartido. En cuanto
a las actitudes y cultura escolar, el 60% de los
artículos (n=15) señaló que las percepciones
negativas hacia la diversidad son una barrera
significativa (Rodríguez & Pacheco, 2024).
Estas actitudes pueden provenir de docentes,
estudiantes o familias, y afectan la
implementación de estrategias inclusivas. Se
observó que los centros educativos que
invierten en campañas de sensibilización,
talleres y programas de convivencia inclusiva
logran mejores resultados. Los datos sugieren
que cambiar la cultura escolar es un proceso
gradual, pero fundamental, que debe ser
acompañado de recursos y apoyo institucional.
Así, la inclusión se consolida como un valor
compartido, no solo como una obligación
normativa.
Los hallazgos también mostraron que la
infraestructura y recursos siguen siendo
limitantes importantes. El 56% de las
publicaciones (n=14) identificó la falta de
accesibilidad física, materiales adaptados y
personal de apoyo como desafíos recurrentes
(Torres y Rivera, 2024). Estas carencias afectan
especialmente a estudiantes con discapacidades
motrices o sensoriales, quienes requieren
entornos adecuados para su participación plena.
La evidencia subraya la necesidad de
inversiones sostenidas en infraestructura,
dotación de recursos y contratación de
especialistas. Esto coincide con las
recomendaciones internacionales sobre
educación inclusiva que enfatizan la
accesibilidad como condición mínima para
garantizar el derecho a la educación. En
relación con los beneficios de la inclusión, los
estudios reportaron mejoras significativas no
solo en los estudiantes con NEE, sino en el
grupo completo. El 64% de las investigaciones
(n=16) observó que las aulas inclusivas
promueven habilidades sociales, empatía y
trabajo colaborativo (Martínez & Soto, 2023).
Estos ambientes favorecen una mayor
comprensión y respeto por las diferencias, lo
que impacta en el clima escolar y en los
resultados académicos. Además, se señaló que
los compañeros sin NEE desarrollan
competencias de liderazgo y apoyo, lo que
enriquece la experiencia educativa. Esto
respalda la idea de que la inclusión es
beneficiosa para todos los actores.
Los resultados obtenidos evidencian que las
adaptaciones curriculares son la estrategia más
utilizada y valorada para la inclusión educativa
en aulas regulares, con un 84% de frecuencia en
los estudios revisados. Este hallazgo coincide
con investigaciones previas que señalan que la
flexibilidad curricular es fundamental para
garantizar que todos los estudiantes tengan
acceso al aprendizaje (Meyer et al., 2024). La
literatura sugiere que las adaptaciones, cuando
son planificadas y evaluadas continuamente,
mejoran la participación y el rendimiento de los
estudiantes con NEE (Fernández y Ramos,
2025). Asimismo, estas adaptaciones
contribuyen a crear un entorno más equitativo,
ya que permiten que cada estudiante avance
según sus posibilidades, favoreciendo la
personalización del aprendizaje y reduciendo el
riesgo de exclusión. No obstante, los resultados
también resaltan la necesidad de que estas
adaptaciones sean sostenibles y cuenten con
recursos adecuados para evitar sobrecargar al
docente, quien a menudo debe enfrentar
limitaciones de tiempo, materiales y apoyo
profesional. Esto plantea un desafío para las
políticas educativas, que deben priorizar
financiamiento, formación y acompañamiento
pedagógico para respaldar dichas prácticas y
garantizar su permanencia en el tiempo. El
segundo hallazgo, relacionado con la
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capacitación docente, destaca que el 76% de los
artículos reconoce la formación continua como
un factor decisivo en la inclusión. Este resultado
refuerza lo propuesto por Ainscow y Miles
(2024), quienes señalan que las actitudes y
competencias del docente son determinantes
para el éxito de las estrategias inclusivas. Los
datos sugieren que la capacitación no solo
mejora las prácticas pedagógicas, sino que
también influye en la percepción de los
docentes sobre la diversidad y en su disposición
para implementar cambios significativos en sus
aulas. Además, los programas de formación que
incluyen experiencias prácticas, asesoría de
expertos y trabajo colaborativo parecen ser más
efectivos que los exclusivamente teóricos
(Pérez et al., 2024). Otro aspecto relevante es
que las capacitaciones periódicas ayudan a
disminuir las resistencias al cambio,
permitiendo que los docentes incorporen nuevas
metodologías y recursos tecnológicos con
mayor confianza. Esto indica que la
actualización profesional debe ser una política
constante y estratégica en los sistemas
educativos, reforzada por incentivos y
evaluaciones que aseguren su calidad.
El uso de tecnologías de apoyo, reportado en un
72% de los estudios, confirma la tendencia
mundial hacia la incorporación de recursos
digitales para atender la diversidad. Las
evidencias muestran que las TIC potencian la
accesibilidad y la autonomía, especialmente en
estudiantes con discapacidades sensoriales,
motrices o dificultades de aprendizaje, lo que
amplía las oportunidades de participación
(Torres y Rivera, 2024). Estas herramientas,
cuando son implementadas con una adecuada
planificación y formación docente, contribuyen
a diversificar las estrategias de enseñanza,
mejorar la motivación y ofrecer
retroalimentación personalizada. Sin embargo,
se identificó que la brecha tecnológica sigue
siendo un problema, particularmente en zonas
rurales o instituciones con bajos recursos, donde
la conectividad, los equipos y el soporte técnico
son limitados. Esta realidad limita la equidad y
pone de manifiesto la necesidad de políticas
públicas que aseguren una distribución más
justa y sostenida de las tecnologías educativas
(Fernández y Ramos, 2025). Asimismo, se
recomienda que la capacitación docente incluya
el uso efectivo de estas herramientas y que se
desarrollen contenidos digitales accesibles para
todas las poblaciones.
La participación de las familias y la comunidad
escolar, con un 68% de frecuencia, ratifica la
importancia de los actores externos al aula en
los procesos inclusivos. Estudios recientes
destacan que las familias aportan información
relevante sobre las características, necesidades
y potencialidades de los estudiantes con NEE,
lo que enriquece la planificación pedagógica
(Pérez et al., 2024). Asimismo, el apoyo
emocional y la colaboración en el hogar
refuerzan el aprendizaje, creando una red de
apoyo que trasciende las paredes de la escuela.
Los resultados evidencian que la inclusión es
más efectiva cuando se asume como un
compromiso compartido y no exclusivamente
docente, generando cohesión entre las distintas
partes de la comunidad educativa. Además, la
sensibilización y formación de la comunidad
escolar ayudan a reducir las actitudes negativas
y prejuicios, que fueron identificados como
barreras significativas en el 60% de los estudios
revisados (Rodríguez y Pacheco, 2024). Por
tanto, se recomienda integrar programas de
orientación familiar, talleres y actividades
participativas que fortalezcan la cultura
inclusiva y promuevan la aceptación de la
diversidad.
Otro punto relevante en la discusión es la
influencia de la cultura escolar y las actitudes
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hacia la diversidad, que afectan directamente la
implementación de estrategias inclusivas. La
revisión mostró que los entornos con prácticas
discriminatorias o resistencias al cambio limitan
significativamente la efectividad de las políticas
y programas inclusivos, independientemente de
los recursos disponibles. Esto coincide con la
literatura que indica que las percepciones
negativas pueden ser más difíciles de superar
que las barreras materiales, ya que implican
creencias, prejuicios y estigmas (Ainscow y
Miles, 2024). Los datos sugieren que cambiar
estas actitudes requiere procesos de
sensibilización sostenidos, campañas
educativas, formación ética y liderazgo
institucional comprometido. Además, es
esencial que las políticas promuevan una visión
positiva de la diversidad como un valor y no
como una carga, lo que impacta directamente en
la convivencia y el clima escolar. Estos
esfuerzos deben estar acompañados de acciones
concretas que promuevan la equidad y la
inclusión como elementos centrales de la
identidad institucional.
Los resultados relacionados con la
infraestructura y los recursos confirman que las
limitaciones materiales siguen siendo un
obstáculo para la inclusión, reportadas en el
56% de las publicaciones. Estas carencias son
especialmente críticas para estudiantes con
discapacidades físicas o sensoriales, quienes
requieren entornos accesibles y apoyos
específicos para participar plenamente (Torres
y Rivera, 2024). La falta de rampas, señalética
adecuada, materiales adaptados y personal
especializado son problemas comunes en
muchas instituciones, afectando directamente el
derecho a la educación inclusiva. Las
recomendaciones de organismos como la
UNESCO (2023) señalan que la inversión en
infraestructura y personal de apoyo es una
condición necesaria para la equidad y la mejora
de la calidad educativa. Los hallazgos refuerzan
que la inclusión no es solo una cuestión
pedagógica, sino también económica,
administrativa y cultural, lo que exige una
planificación estratégica y sostenida en el
tiempo. Por ello, se hace indispensable que los
sistemas educativos prioricen la asignación de
recursos en sus planes de desarrollo y
promuevan alianzas para garantizar la
sostenibilidad de las acciones inclusivas.
Conclusiones
Los hallazgos de esta investigación demuestran
que la inclusión educativa en la Educación
Básica es una meta alcanzable cuando se
implementan estrategias adaptadas y
sostenidas. Las adaptaciones curriculares, la
formación docente y el uso de tecnología fueron
identificadas como los ejes centrales para
garantizar la participación plena de los
estudiantes con NEE (Meyer et al., 2024). Esta
evidencia confirma que la flexibilidad y la
innovación son condiciones esenciales para
atender la diversidad y superar las barreras de
aprendizaje. Al mismo tiempo, se destaca que la
inclusión no debe ser entendida como una
acción aislada, sino como un proceso que
atraviesa todas las dimensiones del sistema
educativo. El compromiso de las instituciones,
las políticas públicas y la comunidad escolar
son indispensables para que estas estrategias se
consoliden en el tiempo. Esto implica que la
inclusión educativa no es solo una meta
pedagógica, sino también social y ética.
El análisis de los resultados resalta que la
formación docente continua es una condición
determinante para lograr aulas inclusivas. La
preparación profesional no solo mejora las
habilidades técnicas del profesorado, sino que
transforma las actitudes y creencias hacia la
diversidad (Ainscow y Miles, 2024). Esto es
especialmente relevante en contextos donde las
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resistencias al cambio y la falta de recursos son
comunes. Además, la formación debe ser
práctica, contextualizada y acompañada por
procesos de asesoría y retroalimentación
constante. Sin docentes capacitados y
motivados, las mejores políticas o recursos
pierden efectividad. Por tanto, una
recomendación clave es que los sistemas
educativos incluyan la capacitación como una
prioridad estratégica y permanente. En tercer
lugar, se concluye que la tecnología educativa
es un recurso que potencia la inclusión cuando
es accesible y utilizada de manera efectiva. Las
TIC permiten diversificar la enseñanza, facilitar
el acceso a los contenidos y apoyar el desarrollo
de competencias digitales en todos los
estudiantes (Fernández y Ramos, 2025). Sin
embargo, los resultados muestran que las
brechas tecnológicas limitan el impacto de estas
herramientas, especialmente en áreas rurales o
con menos financiamiento. Esto subraya la
necesidad de políticas que garanticen una
distribución equitativa de recursos tecnológicos
y que incluyan formación para su uso
pedagógico. La tecnología no debe considerarse
un lujo, sino un derecho que amplía las
oportunidades de aprendizaje y reduce las
desigualdades. Es indispensable que estas
estrategias se acompañen de evaluaciones
periódicas para medir su efectividad y
sostenibilidad.
Otra conclusión relevante es que la
participación activa de la familia y la
comunidad escolar fortalece los procesos
inclusivos. Las investigaciones revisadas
coinciden en que las familias proporcionan
información esencial sobre las necesidades y
potencialidades de sus hijos, mientras que la
comunidad escolar contribuye a construir una
cultura de respeto y aceptación (Pérez et al.,
2024). Este trabajo colaborativo refuerza los
logros académicos y socioemocionales, y
promueve redes de apoyo más lidas. Por lo
tanto, se recomienda que las instituciones
desarrollen programas de orientación y
sensibilización dirigidos a padres, estudiantes y
personal escolar. Involucrar a todos los actores
reduce las barreras actitudinales y fomenta
ambientes más seguros y motivadores. Esto
refuerza la idea de que la inclusión no es tarea
de un solo actor, sino de todos los involucrados
en el proceso educativo.
Además, los resultados confirman que las
actitudes hacia la diversidad y la cultura escolar
son factores críticos que pueden potenciar o
frenar las estrategias inclusivas. Un entorno
escolar que valora la diversidad promueve el
aprendizaje colaborativo, la empatía y la
equidad (Rodríguez y Pacheco, 2024). Por el
contrario, las actitudes negativas o
discriminatorias limitan el acceso y afectan la
autoestima y el desarrollo de los estudiantes con
NEE. Esto señala la necesidad de programas
permanentes de sensibilización y liderazgo
pedagógico que fomenten la aceptación como
parte de la identidad institucional. Las
campañas educativas, los talleres participativos
y las actividades escolares pueden contribuir a
transformar las percepciones. La cultura
inclusiva, una vez consolidada, beneficia a
todos los estudiantes y mejora el clima escolar.
Esta investigación concluye que la inclusión
educativa es un proceso sistémico y continuo,
que requiere planificación, recursos y
evaluación constante. Los resultados confirman
que no basta con implementar estrategias
aisladas, sino que es necesario articular
acciones pedagógicas, administrativas y
sociales. Las políticas deben garantizar recursos
financieros, infraestructura accesible, personal
especializado y formación permanente para
docentes. Asimismo, es esencial que los
estudios continúen profundizando en la
evaluación de prácticas inclusivas en distintos
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contextos, especialmente en países
latinoamericanos, para adaptar las estrategias a
sus realidades (UNESCO, 2023). De esta
manera, se podrá avanzar hacia un sistema
educativo más justo y equitativo, que reconozca
la diversidad como un valor y no como una
dificultad. La inclusión educativa es, en
definitiva, un compromiso ético y social que
define la calidad y el futuro de la educación.
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UNESCO. (2023). Informe global sobre
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4.0 Internacional. Copyright © Lilia Margoth
Claudio Chicaiza, Mónica Lorena Villalva Cevallos,
Carmen Adriana Lema Baldías, Silvia del Pilar
Ganchala Chicaiza, y Myriam Magdalena Ganchala
Chicaiza.